Gonzalo Duque Escobar

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@godues

Colombia, uno de los 10 países con mayor patrimonio hídrico del planeta, a pesar de su mayor población favorecida por un régimen climático bimodal en la región Andina y parte de la Caribe, lo que le garantiza dos temporadas de abundantes lluvias -marzo-mayo y septiembre-noviembre, además de una precaria infiltración por falta de bosques en ambas regiones, debe enfrentar dos retos del patrimonio hídrico: el del cambio climático, ya que la disponibilidad de agua ha disminuido durante las últimas dos décadas; y el de la contaminación hídrica en un escenario con problemas de exceso y escasez, máxime cuando los costos ambientales y ocultos del agua suman cerca del 4.5% del PIB, que se descuentan del 10% que el vital líquido le aporta a la nación.
Para empezar, las aguas subterráneas que en condiciones medias participan con el 72% superando el 27% del aporte de ríos y lagos, se concentran en la Amazonía, Orinoquía y Pacífico (56%) y en menor grado en el Caribe (32%), porque pese al beneficio del clima bimodal la participación está desfavorecida en la región Andina (13%). Además, la distribución de precipitaciones en el país, muestra dos sectores: uno lluvioso con más de 4000 mm anuales en el piedemonte amazónico y llanero, y Antioquia, pero sobre todo en Cauca y Chocó donde sobrepasa los 10000 mm al año; y otro sector muy seco en Guajira y los altiplanos nariñense y cundiboyacense, donde promedia 500 a 1000 mm anuales, pero también en los valles interandinos donde no sobrepasa 4000 mm año.
No obstante, la falta de regulación hídrica en la región Andina, donde el 39% de los suelos está afectado por agricultura y ganadería no controlada -principalmente en zonas montañosas deforestadas con altas pendientes, como Caldas cuyo indicador por afectación es 54% según el IGAC-, es una problemática que se expresa en la erosión de 150 millones de toneladas anuales de sedimentos que llegan por el Magdalena al mar, e inundaciones por desconexión de extensos complejos de humedales como en la depresión Momposina que ya no regula las crecientes del Magdalena, y demás lugares afectados por expansión de la frontera agropecuaria, como causa.
Aún más, al doble drama de desbordamientos en el Caribe y los Llanos Orientales y en poblados ribereños, y de deslizamientos en departamentos de zonas montañosas como el Eje Cafetero, se suman: 1- la contaminación hídrica urbana, máxime cuando el tratamiento de aguas residuales no llega al 50% en el país, y donde en el Top 5 de corrientes contaminadas aparecen los ríos Bogotá, Chicamocha, Medellín, Cauca y Suárez; y 2- el estrés hídrico en lugares donde la extracción de agua agota los reservorios y las cuencas están deforestadas, una situación que contribuye al drama de 391 municipios colombianos con riesgo de escasez.
Pero también Colombia, que tiene como reto de los ODS  “Garantizar la disponibilidad de agua y su gestión sostenible y el saneamiento para todos”, y donde la pervivencia de los ecosistemas de agua dulce y salada resulta primordial, al haber priorizado en su Plan Nacional de Desarrollo (2023-2026): “Hacer del agua el eje articulador del ordenamiento territorial y de la justicia ambiental y social”, deberá comprometerse con una transición en la gestión hídrica hacia una mayor sostenibilidad e inclusión reorientando el ordenamiento territorial alrededor del agua, mediante políticas públicas y acciones prioritarias para solucionar enormes conflictos socioambientales pendientes y de largo plazo.
Finalmente, con dicho panorama, Caldas, donde la cobertura boscosa resulta 3,5 veces inferior a la superficie apta para dicho uso, y el grado de potrerización casi alcanza la mitad de las coberturas superando más de 10 veces el uso debido, deberá enfrentarse a: 1- sequías sin agua para extraer por el corredor del Cauca entre el Km 41 y La Pintada donde las rocas son impermeables y la deforestación por ganadería extensiva y minería ancestral; 2- saneamiento del Chinchiná-Guacaica como sexto en el Top de los ríos urbanos más contaminados del país, seguido del Otún y Quindío; y 3- la amenaza hidrogeológica durante los inviernos arriba de las áreas cafeteras, ya que los escenarios de cambio climático al 2100 contemplan incrementos de lluvias entre un 20 y 30% para el Centro, Norte y Occidente de Caldas.