Gonzalo Duque Escobar

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En los Llanos Orientales, con el 30,4% del área continental de Colombia y el 37 % de la cuenca del Orinoco, urge un pacto de país por el desarrollo sostenible de este gran acuatorio que, además de su Clima tropical cruza la sabana y conecta con los ríos Guaviare, Meta, Vichada, Arauca y Casanare importantes ciudades como Villavicencio, Yopal, Arauca, Acacías, Granada, Saravena y Puerto Carreño, ofreciendo para una economía basada en ganadería extensiva y extracción de hidrocarburos que palidece o no se desarrolla, la opción de implementar hidrovías para grandes proyectos agroindustriales que esperan la acción del Estado.
En este territorio encantador donde el paisaje, cuya belleza natural se dota de uno de los pastizales tropicales más grandes del planeta, y de los ecosistemas de sabana –piedemonte, altillanura, sabanas inundables con pantanos herbáceos o esteros y sabanas eólicas con sistemas de médanos- las voces tejen el alma llanera para contar historias de vida y entregar memorias que permiten descubrir el carácter de este territorio con su riqueza cultural, que parte de la herencia indígena de Guahibos, Cuivas, Sálibas y Achaguas y que continúa por la tradición de la música llanera de arpa, cuatro y maracas.
Pero en el Orinoco pese a  sus abundantes, biodiversos y variados ecosistemas acuáticos que conforman un mosaico heterogéneo, donde los suelos, que son oxisoles susceptibles a la erosión requieren desarrollos tecnológicos, para aprovechar el potencial de sus biomas tropicales húmedos y subhúmedos no se deben comprometer los ecosistemas de aguas quietas, corrientes o torrentosas, lo que exige preservar la vida desde las alturas paramunas y cimas de los tepuyes o mesetas abruptas, hasta piedemontes y llanos con sus ríos, “caños” y planos inundables, los que se expanden hasta la Guayana y el Delta en la unión salobre del Orinoco con el Atlántico.
Para la sustentabilidad de esta propuesta, habrá que proteger las lagunas de ese gran acuatorio colombiano, no sólo las de la parte occidental altoandina que siendo de aguas someras y estando asociadas a complejos de páramos, presentan erosión y sedimentación; sino también las lagunas de rebalse de las llanuras inundables o altillanuras asociadas al desborde de ríos, ya que en cantidad y extensión son relevantes por su diversidad biológica; al igual que los cuerpos de agua de las depresiones en sabanas de suelos arcillosos, mismos que se alimentan de lluvias y excepcionalmente de inundaciones y desbordes de caños, ríos y esteros.
Finalmente, respecto a las hidrovías, aunque las cuencas del Amazonas y Orinoco comprenden el 46,7% de Suramérica, es evidente que el país no ha tenido una visión geoestratégica de cara a su desarrollo, bajo la premisa de que para hacer viable la navegación fluvial se requieren grandes volúmenes de carga, además de un sistema intermodal de transporte articulado a nivel suramericano, para lograr la conexión Pacífico–Atlántico no solo con la ruta Buenaventura– Bogotá– Río Meta- Delta del Orinoco, sino también en la Amazonía con el corredor Manta- Río Napo– Manaus– Belem do Para, buscando integrar el continente.