Gonzalo Duque Escobar

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Una central hidroeléctrica es una instalación que gracias a la evolución de los antiguos molinos hidráulicos que aprovechaban la corriente de los ríos para proporcionar energía mecánica, utiliza la energía hidráulica para generar energía eléctrica. Allí, para aprovechar dicha fuerza, se construyen grandes infraestructuras hidráulicas capaces de extraer el máximo potencial de este patrimonio que denominamos recurso renovable y que libre de emisiones es autóctono. Al respecto, en Colombia pese a la importancia de las hidroeléctricas como fuentes generadoras de energía se cuestiona su impacto asociado a la pérdida de biodiversidad.
Aunque una hidroeléctrica consta de la presa o infraestructura de contención, el embalse o almacén de agua y la central con sus equipos de generación -lo que permite su definición en términos del salto o caída y el caudal hidráulico como magnitudes básicas-, también existen centrales de agua fluyente, ya que en lugar de embalse tienen en un funcionamiento continuo o de filo de agua, cuya limitante es la gestión de los picos de demanda. Como referentes en Colombia de grandes hidroeléctricas, tenemos a Hidroituango cuya estructura ha desarticulado la conectividad biológica en el río Cauca, y al Quimbo donde más de 11 mil hectáreas de bosque seco fueron afectadas.
Así y todo, de cara a la seguridad energética, lo anterior no permite identificar dos factores determinantes relacionados con el agua, como lo son el clima, entendido como las condiciones atmosféricas de largo aliento para un territorio, y la cuenca hidrológica o cavidad natural en la que se acumula agua proveniente de las lluvias. Lo anterior resulta determinante para planificar el territorio, toda vez que de ellos depende la suerte y el funcionamiento de las reservas de agua, los acuíferos y la seguridad hídrica que en Colombia está fallando por carencia de bosques, tal cual se advierte con el racionamiento de agua en Bogotá.
Pero si cerca del 70% de la energía generada en Colombia es de origen hidráulico, mientras el resto es fundamentalmente térmica, razón por la cual desde años atrás el Gobierno busca diversificar la matriz de generación eléctrica con la inclusión de nuevas plantas solares y eólicas entre otras, el problema ahora es la amenaza del cambio climático en un escenario vulnerable, que por El Niño tiene en riesgo al país de un racionamiento eléctrico e hídrico, ya que durante la semana transcurrida los embalses estuvieron cerca del 24%. Como referente, si el agua le aporta el 10% al PIB incluido el 2% del sector hidroenergético, los costos ambientales y ocultos asociados representan 4,5%.
Entonces, en este “jardín deforestado” llamado Colombia, todo dependerá ahora de las lluvias, cuya probabilidad por fortuna se ha incrementado gracias a que ha empezado a declinar el poderoso fenómeno meteorológico de El Niño, que durante ocho meses junto con el cambio climático contribuyó a elevar las temperaturas a nuevos máximos durante dicha temporada, toda vez que según indican organismos científicos que monitorean el Océano Pacífico, en lo corrido de abril sus aguas se enfriaron sustancialmente, permitiendo estimar en 80% las posibilidades de regresar a un ENSO de condiciones neutrales.
Si a nivel global las estrategias para mitigar el cambio climático incluyen: 1. Ajustes al modelo energético complementando el arco energético; 2. Dieta baja en carbono mediante tecnologías blandas y prácticas culturales; 3. Las 3 R de la sostenibilidad -Reducir, Reutilizar y Reciclar; 4-. Políticas públicas y educación ambiental: 5. Reducción de emisiones; y 6. Más bosques y pago de servicios ambientales, la pregunta es: ¿por qué el país está atravesando un momento en el que varios de sus embalses por su bajo nivel de capacidad, ponen en riesgo el suministro de agua potable, y el de energía?
La primera causa en el caso de Colombia pareciera ser que, al haber arrasado el paisaje verde de bosques andinos y selvas tropicales hoy sólo se conserva menos del 20% de las coberturas originales, consecuencia de problemas estructurales como deforestación, potrerización y comercio ilegal de madera, lo que explica el gradual ecocidio afectando el agua y la biodiversidad. Esto, que obliga a implementar estrategias forestales y modelos agroforestales en un escenario de cambio climático con desescalamiento de la energética fósil, para lograr la sustentabilidad ambiental sin comprometer nuestro horizonte económico y energético.