Fui a México hace poco más de un mes, atendiendo una invitación de una red de universidades de Iberoamérica a dictar una conferencia sobre Educación, Comunicación y Medio Ambiente. Por coincidencia, una de las noticias que conocimos al comienzo del evento fue la de que los monos aulladores en Tabasco se estaban muriendo por cientos, como consecuencia del cambio climático. Por las altas temperaturas se caían de los árboles, sin vida. Todos morían por deshidratación y fiebre.
Al mismo tiempo supimos que en Ciudad de México estaban puestas todas las alarmas: la confluencia de factores como el cambio climático, la expansión urbanística y una infraestructura deficiente la habían llevado al borde de una severa crisis de agua. El agua subterránea de la que se abastece en buena parte la capital mexicana se está agotando. El año pasado fue el más caluroso y seco de México en al menos 70 años y estuvo a punto de llegar a una potencial situación de “día cero” en cuanto a suministro de agua.
Lo grave es que esa no es una situación aislada; en Chile la crisis hídrica ha alcanzado proporciones históricas, marcando por ahora el período más prolongado de sequía en mil años según un informe de la Organización Meteorológica Mundial. Trece años de aridez han dejado allí una profunda huella, afectando no solo las actividades económicas y la vida cotidiana, sino también poniendo al país en el centro de atención internacional por su preocupante nivel de estrés hídrico.
Igual que en Ciudad de México, en Bogotá el fenómeno de escasez de agua se origina no solo en el cambio climático: “El Niño no es el único factor que contribuye a la crisis del agua en Bogotá. El crecimiento de la población y la rápida expansión urbana, especialmente la nueva construcción de edificios y viviendas, ha aumentado la demanda de agua sin considerar suficientemente la disponibilidad de recursos hídricos”, apunta el director de la Unidad de Gestión de Riesgos y Desastres, Carlos Carrillo.
El aumento del nivel del mar asociado al deshielo derivado del mismo cambio climático es una realidad: según un estudio publicado por el diario El País, hace unos días los habitantes de Guna Yala, una isla panameña, se convirtieron en los primeros refugiados climáticos oficialmente reubicados en la región. Solo en Panamá, un país con cerca de 3.000 kms. de costa en la que vive el 50% de su población, 365 islas, islotes y cayos podrían desaparecer para el 2050. En el canal de Panamá, clave para el comercio mundial, sus administradores están haciendo cálculos: la escasez de agua se traducirá este año en pérdidas de entre 500 y 700 millones de dólares, según advirtió un directivo del canal.
Mientras el agua escasea, aumenta su consumo; lo paradójico es que cuando esto ocurre, hay miles de millones de personas en el mundo que carecen de acceso al agua potable. En Colombia se calcula, por datos del Ministerio de Vivienda, Salud y Territorio, que hay 12 millones de personas a las que no les llega un adecuado servicio de agua. En el ámbito regional, en América Latina que alberga el 30% de los recursos hídricos del mundo, buena parte de su población tampoco tiene acceso al agua, o ve su vida amenazada por fenómenos relacionados con ella.
El agua se ha convertido en un tema de seguridad nacional: según datos del Pacific Institute, una organización sin ánimo de lucro que analiza la situación mundial del agua, en los últimos 22 años se han registrado al menos 1.000 conflictos; Yemen, Eritrea, Somalia, por ejemplo, están inmersos en lo que se ha llamado una guerra hídrica. Persisten todavía tensiones entre Estados Unidos y México por el agua, no obstante que desde el siglo pasado han tratado de normalizar sus relaciones con respecto al uso del agua de los ríos Grande/Bravo, Colorado y Tijuana.
La escasez del agua es apenas la mitad del problema: mientras unas zonas del planeta sufren despiadadas sequías, otras se ahogan como sucedió este año en Rio Grande do Soul, en el sur del Brasil, que ha visto unas inundaciones sin precedentes que dejaron al menos 172 muertos, unos 40 desaparecidos, y cerca de 700 millones de dólares en pérdidas económicas, 580.000 personas fueron obligadas a dejar sus casas. En su capital, Porto Alegre, en mayo se rompió el récord histórico de las precipitaciones, según datos de entidades especializadas. Las víctimas del invierno este año van en aumento en Colombia; en el departamento de Caldas, según informe publicado por La Patria esta semana, han fallecido hasta ayer, 4 personas como consecuencia de las intensas lluvias.
El Plan de Desarrollo del actual Gobierno acierta cuando pone a gravitar el ordenamiento territorial del país en torno al agua. Compromete en consecuencia a los gobernadores y alcaldes a alinear sus instrumentos de planificación al mismo propósito, el mismo que tiene que ir más allá de la mera formulación de intenciones. No podemos olvidar que Caldas es el tercer departamento de Colombia más vulnerable al cambio climático y por contraste aparecemos en el último informe de competitividad con uno de los peores indicadores en materia ambiental.