Por encima del luto de los enemigos de Aerocafé y de la resaca que tienen quienes han buscado destruirlo para congraciarse con nuestros vecinos, o trasladarlo para valorizar los terrenos del Kilómetro 41 donde coincidentemente tienen algunas de sus propiedades, el proyecto acaba de ser asegurado y cuenta con los recursos suficientes para empezar su ejecución. Es una de las mejores noticias para Caldas y un motivo para renovar las esperanzas en un sueño que, por momentos, lo han logrado convertir en pesadilla.

Y al margen de lo positivo de nuestra nueva realidad, hay un hecho paradójico para resaltar: existen tres gestores materiales del proyecto que, por encontrarse en orillas diferentes, nos ponen a reflexionar en lo que podríamos lograr los caldenses si, en lugar de dedicarnos a autodestruirnos, canibalizarnos y atacarnos en todos los escenarios, trabajáramos unidos, y sumáramos esfuerzos. Se trata de Carlos Felipe Mejía, Luis Carlos Velásquez y Santiago Osorio.

A Carlos Felipe le debemos su tesón, su lucha denodada, su insistencia y persistencia, y el lograr que en el gobierno Duque se aseguraran 530 mil millones de pesos en fiducia y quedaran protegidos y sin posibilidad de desvío o cambio de destinación. A Luis Carlos, le debemos su defensa del proyecto, a pesar de la oposición de quienes trataron de destruirlo buscando beneficios personales, o bajo el absurdo de que, acabando con Aerocafé, acabarían políticamente a quien los derrotó en las urnas. Y a Santiago le debemos este último envión que terminó con el Conpes de la semana pasada y que no solo reforzó el patrimonio del aeropuerto en más de 230 mil millones de pesos, sino que lo convirtió en proyecto prioritario de la Nación y lo puso ad portas de reiniciar trabajos.

Tres actores importantes que tienen inmensas distancias ideológicas, políticas, conceptuales y estratégicas, pero que coincidieron en su lucha por el proyecto y lograron solidificarlo y que permaneciera en el tiempo, sobreviviendo a los grandes cañonazos de un fuego amigo que salía desde los propios cuarteles caldenses. Ganaron una batalla demasiado importante para la región y, de paso, aplastaron a nuestros enemigos de una manera contundente.

¿Hasta dónde llegaría el departamento si en lugar de promover las luchas caníbales, uniéramos los esfuerzos y trazáramos estrategias pacíficas comunes? ¿Hasta dónde llegaríamos si asumiéramos con nobleza las derrotas políticas, y dejáramos de convertir en enemigos a quienes logran lo que nosotros no pudimos? En la política existen ganadores y existimos perdedores. ¿Qué nos ganamos con seguir doliéndonos por la derrota, destruyendo todo lo que en campaña prometíamos construir o gobernar?

La Nación, Caldas y Manizales estamos unidos para ejecutar, controlar y vigilar un proyecto que es nuestro mayor motor de desarrollo, y al que Henry Gutiérrez y Jorge Eduardo Rojas le apuestan decididamente. Se acabó el espacio para peleas estúpidas, porque Aerocafé está más firme que nunca. Solo nos faltaba concretar esta primera fase para asegurar, con paso firme, los 3.600 metros finales. ¡Renace la esperanza!