Lo que está pasando en Venezuela con el robo descarado de las elecciones y las aberraciones a las que el sátrapa Maduro está sometiendo a la oposición y a su pueblo, deben tener de pláceme a Petro y sus aliados mamertos. Primero, porque con el estilo abusivo, dictatorial, desvergonzado y cínico, su amigo venezolano está logrando altísima figuración internacional, que es lo primero que persiguen estos desalmados dictadores.

Segundo, porque mientras los colombianos de bien nos indignamos con el atropello cometido en el vecino país, nos olvidamos de los escándalos de corrupción internos que alcanzan niveles insospechados. Y tercero, porque un supuesto triunfo, así sea temporal en Venezuela, se constituye en un bálsamo para el Gobierno Petro que se siente orgulloso de ver cómo los métodos que él mismo utiliza pueden llegar a representar su espurio triunfo en 2026.

Unas elecciones sin veedurías, en las que las mayorías evidentes tienen que jugarse la vida después de ejercer su derecho al voto para que éste les sea respetado, es un escenario que Colombia tiene que evitar a toda costa. Y estamos a tiempo de hacerlo. Solo que nuestra voluntad, que viene siendo minada por el Gobierno desde hace varios años, parece adormilada, y los actos atroces con los que nos despiertan las noticias todos los días, dejan de asombrarnos. Y cuando el hombre pierde su capacidad de asombro se expone a que todo le resbale; a que lo que pase a su alrededor, por estremecedor que sea, le parezca normal y aceptable; y a que no le encuentre sentido a defender sus derechos, pues se anticipa a su derrota y la acepta con resignación y sin lucha. ¡Se convierte en víctima! Y entonces opta por el silencio y la sumisión; y su silencio es a la vez el inmediato validador de las acciones más temerarias y atroces, y termina siendo cómplice de la barbarie.

Es el truco de esta izquierda perversa que ha penetrado la mente de varias generaciones a través del sistema educativo y las llenó de resentimiento, odio y desesperanza. Es la táctica de generar caos social y minimización del individuo para que sienta la necesidad de depender del Estado y sus dádivas y, a través de esa dependencia, crear peligrosos parásitos que aspiran a hacer parte de los grupos terroristas, primeras líneas o bandas delincuenciales como forma de sustento. 

De ahí que el Gobierno Petro ofrezca impunidad a los delincuentes y, a la vez, remuneración con los dineros del Estado, formando un círculo vicioso que gira en torno a la pobreza y la miseria, y del que solo se beneficia él.

Y nos aterramos al ver que es Venezuela la que pone hoy los muertos por cuenta de la represión estatal, pero olvidamos que en Colombia también nos acribillan las mismas fuerzas que imperan en ese país: el narcotráfico, la izquierda terrorista y el comunismo criminal. Estamos anestesiados y, si no despertamos ya, correremos la misma suerte que Venezuela.