Definitivamente Gustavo Petro nunca gobernó. A lo que hemos asistido durante estos dos años y medio, es a una constante campaña política de la izquierda radical orientada a explotar odios, rencores, envidias y resentimientos.
Lo sentimos en sus discursos incendiarios en contra de la oligarquía (a la que pertenece) y de todos los que generan riqueza, empleo, producción y sirven de soporte económico al país.
Y ahora le dio por invadir el espacio público con murales que supuestamente manifiestan el dolor de una parte de las víctimas colombianas, con el eslogan de “Las cuchas tienen razón”.
Y envía a sus esbirros a vandalizar lo público (que es de todos), llenándolo de mamarrachos que polucionan el ambiente e incitan a más violencia.
Se les olvida que el origen de esa violencia está en los grupos terroristas que excretaron al propio Gustavo Petro, su líder, y que somos más las víctimas de estos desalmados que las que ellos dicen representar.
Estamos cansados de que el comunismo nos reescriba la historia y la acomode para su beneficio. Así lo han hecho en escuelas, colegios y universidades durante los últimos cincuenta años y ahora esa izquierda perversa quiere, a través de murales, grafitis y perturbación visual, llegarle a niños y jóvenes a quienes hemos podido mantener a salvo de esa pernicie.
Prostituyen entonces su entorno normalizando el caos, en el que ellos reinan sin competencia.
Pero la Colombia de hoy no quiere resignarse a las mentiras, odios ni resentimientos y está dispuesta a reaccionar ante la ignominia, así sea orientada desde la misma Presidencia de la República.
La basura mental que produce la vagancia, la droga, el asistencialismo y la lucha de clases no puede imponerse como sistema de vida en nuestro país. Y por eso han salido los defensores de lo público, reclamando la igualdad de derechos, a despintar lo que encochinan los esbirros petristas.
El espacio público goza de protección constitucional y así lo ha dicho el Consejo de Estado: “…es deber del Estado velar por la protección de la integridad del espacio público y por su destinación al uso común, el cual prevalece sobre el interés particular.”.
Bien harían entonces los alcaldes de todos los municipios en atender su obligación de preservarlo y defenderlo del vandalismo, venga de donde venga.
Porque si el petrismo tuviera derecho a invadir el espacio para manifestar el dolor de unas víctimas, ¿qué diríamos del resto de colombianos que sufrimos el secuestro, la extorsión y la barbarie del comunismo violento?
¿Qué podrán decir cuando reemplacemos los esperpentos antiestéticos que califican de arte, por imágenes del incendio del Palacio de Justicia, los campos de concentración de las Farc, los soldados mutilados, las poblaciones bombardeadas, los niños violados, o los colombianos de bien acorralados por los terroristas de la primera línea? ¿Quién tiene más derechos?
El Estado debe cumplir la ley y apersonarse del espacio público embelleciéndolo y protegiéndolo de los vándalos. Los alcaldes no pueden convertirse en cómplices del delito.