En Colombia llevamos dos años de campaña política, en la cual solo interactúa un candidato con todas las ventajas mediáticas, económicas, logísticas, contractuales y demagógicas. Un candidato presidente que, en lugar de gobernar, se ha dedicado a hacer su propia campaña a través de la generación de pobreza, el desplazamiento de oportunidades, la explotación de resentimientos, la exacerbación de odios, y el alimento a la delincuencia y el terrorismo. Un candidato que, ante la imposibilidad constitucional de continuar en el poder, torpedea la institucionalidad, la ley, las Altas Cortes y a todos aquellos que se atreven a evidenciar sus aviesas acciones y son un estorbo para sus intenciones.
Un candidato que sabe que destruyendo el país y empobreciendo a su gente creará las necesidades que luego, con los dineros de todos, entrará a suplir posando de salvador, regalando soluciones disfrazadas de subsidios y denigrando más al ciudadano y al país entero. Un candidato perverso con un poder inmensamente peligroso al que vienen sucumbiendo diferentes actores políticos, económicos y gremiales. Por eso es necesario que surja, desde ya, un contendor real que ponga freno a la hegemonía que el candidato presidente está instaurando a través del dinero, la coerción, las dádivas, la burocracia, los contratos y demás prácticas corruptas.
Hoy, por ejemplo, Gustavo Petro vive feliz haciendo el ridículo porque sabe que así permanece en nuestras retinas. Y que manteniéndose presente en el día a día de los colombianos -inclusive haciéndose odiar-, mantiene también su poder renovado y fresco. Y por eso a cualquier acción o decisión, por absurda que sea, trata de darle la resonancia y trascendencia en la que nosotros terminamos cayendo y masificando. Es decir, venimos siendo manipulados por el sátrapa, y nos hemos convertido en los mayores multiplicadores de la imagen (buena o pésima) del candidato en campaña.
Ya es hora entonces de desviar el foco de atención y concentrarnos en la unión nacional en torno a un candidato que presente propuestas reales, soluciones concretas, determinaciones viables y programas estructurales. Es hora de que ese espacio que le hemos generado en redes sociales al mayor enemigo de Colombia, lo reemplacemos con la presentación y difusión de planes y proyectos de un candidato real; es hora de hacer desaparecer poco a poco a Petro de los medios, para que entre a suplirlo la nueva persona y las nuevas ideas de país. Es hora de ignorar tanto ridículo y tantas acciones grotescas, para relievar los planes de reconstrucción de una Colombia que necesita de acciones inmediatas, y para acabar con esa izquierda terrorista que se apoderó del país, eliminándole cualquier posibilidad de que se eternice en el poder.
Un candidato que represente la unión de fuerzas de inconformes con lo que hoy padecemos asegurará mayorías aplastantes e indestructibles. Y para gobernar, solo tendrá que mirar las acciones de este Gobierno y, simplemente, hacer lo contrario. ¡Y su éxito será rotundo!