Los lectores, oyentes y videntes, se enfrentan diariamente, ya sea en las mañanas, tardes o noches, incluyendo los sistemas digitales, nacionales e internacionales, que en modalidad sinfín tienen a disposición los ciudadanos, a información reciente o periódica, junto a los análisis permanentes de los sucesos. Las redes de toda clase inundan y rompen el ámbito íntimo de las personas que además cargan o disponen de pequeños instrumentos de almacenamiento, creadores o transmisores.
Un porcentaje no inferior al 40% de las personas son proclives a vivir bajo el influjo de la información y análisis de lo que sucede, cerca o lejos, lo cual se torna cada vez más indispensable para mantener un estado de vida supuestamente aceptable. A ello se agrega que quien maneja la información prevalece socialmente sobre los demás.
Desde el siglo XVIII hasta hoy, la posibilidad informativa se ha extendido de manera incontenible hasta lograr la inmediatez mensajera y analítica fundamental o circunstancial. Ahora, un porcentaje mayor al 90% de los seres humanos residentes en Colombia poseen adminículos que les permite enfrentarse a la verdad llana o a vericuetos ficticios.
Actualmente, es muy difícil el aislamiento completo o parcial de los seres humanos. Desde el nacimiento, los niños se enfrentan, más allá de familia y escuela, a un mundo desconocido y agresivo, hecho más visible a partir de la primera década del siglo XXI.
No es extraño que, en la época de los primeros balbuceos, y en las etapas posteriores inmediatas, se les aproxime un aparato que les permite, oír, ver y sentir sus vibraciones.
Dentro de toda la maraña externa a la persona aparecen las comunicaciones con contenidos que, en su mayoría, son negativos para la interpretación de la realidad referente a su existencia y de otros.
Existen verdaderos comunicadores quienes son mensajeros estrellas de cuanta actividad, deseada o no, se produzca con positivos y negativos falsos, que impiden identificar e interpretar las realidades necesarias en cualquier tiempo por muy difíciles que sean de aceptar.
Las verdades son indispensables para la paz entre los colombianos. Lo que debiera fluir libremente se ha vuelto un galimatías sin límites.
Se ha dicho y repetido infinidad de veces que el trasegar por la vida no es una película de absolutos blancos y negros, es una gama de matices con diferentes proporciones y espacios.
La avalancha de noticias con factores falaces, destructivos y dudosos, llena espacios de toda clase, que hace que al tener contacto con la información que día a día tiene esas características, se vaya cayendo en depresión revalidada permanentemente, lo cual conduce a un estado mental de pérdida con síntomas de angustia. Lo que es injusto por donde se observe. ¡Aunque la realidad es la realidad sin atenuantes!
De los analistas, en Colombia y otros países, abundan quienes no identifican bondades actuales ni en el horizonte.
¡Qué difícil es la equidad! Es necesaria, sin mentiras, para preservar la salud mental y social.