Las palabras del senador Humberto de la Calle, dirigidas a los integrantes de la Convención del Partido Liberal, realizada en Cartagena el fin de semana anterior, son fuente importante para el análisis de la situación colombiana, partiendo de épocas previas hasta la actualidad y finalizando con el futuro del país. Hoy, los partidos políticos tradicionales han perdido buena parte de su preponderancia en el acaecer colombiano por decisiones autónomas del pueblo en su intención de cambiar a sus líderes políticos. Sin embargo, los planteamientos del congresista debieran ser leídos íntegramente por todos, liberales o no. Son una cátedra sobre lo que es y necesita el país.
El senador, nacido en Manzanares (Caldas), inicia su misiva recordando lo que ha significado el liberalismo en la vida institucional, lo que es cierto, y se lamenta de las fallas que ha tenido la entidad política, lo que también es verídico. Revive características del ser liberal: pluralismo, tolerancia, el libre examen, construcción y el manejo del sistema del ensayo-error, traducido como reflexión y nuevo direccionamiento de sus ideas y obras. Evidente para quien se denomine liberal.
De la Calle clama contra la actitud y ejercicio confesional, no religioso, de las personas, mal universal según él, en lo que tiene razón. Según él, el liberal es realista, dotado de perspectiva futura sobre el ser humano y sus obras, sin miedo y sin pánico. Realza el senador el talante liberal al destacar su rechazo al caudillo, al manejo de emociones mentirosas y a la demagogia; a lo que hay que agregar su entronización en la actual Colombia. Refrenda el congresista la magnitud del significado del Estado de Derecho.
Revive la necesidad de la austeridad en el gobernante y que la ausencia de esta cualidad conduce a la ramplonería, el insulto y la mentira descarada. Incuestionable. Los ejemplos abundan en el país. Promueve la legitimidad, ante lo cual los colombianos de todos los rincones no deben ser inferiores.
Llama la atención sobre lo que ha sido denominado constituyente primario y trae a colación la sentencia de la Corte Constitucional cuando definió la acción de los ciudadanos en los referendos, y su marco de valores y principios mandantes. Es claro el senador en rechazar las actitudes y acciones lesivas en contra de quienes tienen diferencias con proyectos. Rescata el concepto de serenidad y bien que lo hace como un arma en contra de las propuestas desaforadas de alteración de la población.
Maravillosamente recuerda a Virgilio Barco cuando dijo que el consenso no es el mejor entorno para la democracia. Incita el senador al orgullo de los liberales en la construcción del país, abogando por la legitimidad en lo que tiene toda la razón, esbozando su espíritu liberal.
Finalmente expresa que: El liberalismo sigue siendo no solo la expresión política en una sociedad racional, aunque anhelante, sino también la conquista más refinada de la espiritualidad en el mundo actual.