El presidente Petro, quizás, no es consciente del efecto que tienen algunas de sus aseveraciones en el entorno internacional.
Que puede pensar un inversionista, un turista o un simple observador internacional cuando escucha al presidente de un país decir que lo van a matar, que le quieren poner un camión lleno de explosivos, o envenenar, darle un golpe de Estado o que miles de personas que le gritan en los estadios son en realidad asesinos que se congregan a lo largo y ancho del territorio.
¿Cuál es el costo en inversiones, turismo, intercambio cultural, costo de oportunidad o competitividad de ese tipo de aseveraciones?
Si nosotros abriéramos un periódico y viéramos a un presidente de cualquier país del mundo decir todo eso seguramente no quisiéramos invertir nuestro dinero o visitar ese lugar por turismo o educación y cuando nos preguntaran por ese destino, seguramente, no seriamos capaces de decir nada bueno de él.
El presidente tiene que ser consciente que él es el vocero del país y que todo lo que dice tiene consecuencias. Todo tiene secuelas. Como lo que sucedió con el grupo Egmont, que, según trascendió, suspendió la colaboración en materia de inteligencia con Colombia por la filtración de un documento por parte del primer mandatario; lo cual es grave en la lucha contra el crimen organizado en un país lleno de este flagelo.
El presidente debe entender que cuando él habla hay consecuencias en las bolsas, en las mesas de dinero, en las calificadoras de riesgo, en los organismos internacionales, en las organizaciones que buscan destinos para competencias deportivas, en las empresas que buscan posibilidades de inversión y hasta en las familias que buscan destinos atractivos para pasar sus vacaciones.
Ahí nada es gratuito, todo tiene un costo, y no se puede sacrificar la viabilidad de tantas cosas por andar buscando argumentos efectistas que no tienen otro propósito que el aplauso momentáneo de los militantes de turno o poner un trino calenturiento.
La incertidumbre tiene un costo y ese costo lo asumimos todos los colombianos, en especial los que tienen sus negocios y que necesitan que el gobierno no les agregue costos adicionales fruto de la improvisación o la irresponsabilidad.
Un emprendedor, de cualquier dimensión, logra crecer cuando los beneficios de su actividad superan sus costos y la incertidumbre es un costo adicional difícilmente predecible sobre todo cuando se incentiva a diario desde el discurso público.
Cuando uno analiza a la mayoría de los presidentes del mundo en sus discursos públicos es evidente como procuran mandar mensajes de estabilidad, tranquilidad e institucionalidad, esto, con el fin de que inversores y turistas sientan que ese es un lugar atractivo para ir o invertir.
A nadie, que yo haya oído, se le ocurre describir sus países con panoramas apocalípticos donde además se suman otros mensajes no menos graves como que los contratos se pueden modificar, que la estabilidad jurídica empresarial se asume a conveniencia, que no se aceptan fallos judiciales, que se exaltan actitudes revoltosas y anuncios con los que se busca la impunidad de grupos que siguen delinquiendo, adicional a un largo etcétera de afirmaciones que perjudican la imagen del país y afectan la viabilidad de muchos sectores.
Como seria de importante que el presidente Petro fuera consciente de esto y pensara mejor lo que dice. Infortunadamente no me hago muchas ilusiones.