La Feria de Manizales es una tradición que ha trascendido generaciones. Se dice que “es la mejor de América”, o que “es nuestra mejor carta de presentación”. Estos comentarios, tanto de visitantes como de los propios habitantes de la ciudad, dan cuenta de lo importante que es para nosotros esta celebración. Durante más de 60 años, hemos disfrutado de la fiesta y la parranda que rodean a la feria, un evento que no solo tiene una gran importancia económica, sino también cultural. Sin embargo, es necesario señalar que, en las últimas décadas, esa dimensión cultural se ha ido perdiendo.
Uno de los componentes más destacados de la feria son los eventos taurinos, especialmente las tan controvertidas corridas de toros. En relación con ello, una ley ha determinado que estos eventos solo podrán realizarse hasta el 2027. Cabe aclarar que no pretendo hacer un análisis sobre si esta ley es positiva o negativa, pues sobre el tema ya se han escrito muchos artículos y diversos expertos han expuesto sus puntos de vista desde ambas perspectivas.
Lo que considero importante abordar en este momento es que, aun cuando el municipio de Manizales no parece estar preparado para una Feria sin corridas de toros, debemos empezar a pensar en cómo adaptarnos a este escenario. Los más escépticos aseguran que la Feria perdería su esencia sin estos eventos, mientras que los optimistas confían en que la Corte Constitucional anulará la ley mediante una sentencia de inconstitucionalidad. Sin embargo, aquellos de nosotros que estamos más centrados en la realidad actual creemos que debemos comenzar a planificar la feria de manera distinta, independientemente de lo que suceda con la ley.
Sería un acto de mediocridad el no estar revisando y planificando actividades que sustituyan las corridas de toros, con el objetivo de darle un aire nuevo a la feria. Si seguimos organizando la misma Feria de siempre, sin una visión a largo plazo, llegará un momento —y creo que será muy pronto— en el que el tiempo nos ganará. Ojalá no sea demasiado tarde cuando finalmente nos demos cuenta de que no nos preparamos con la debida antelación.
Para aquellos que se preguntan qué hemos hecho nosotros para contribuir a este cambio, les contamos que no solo hemos puesto el tema en la discusión pública, sino que también hemos logrado que en el Plan de Desarrollo 2024-2027 se incluya un artículo que exige a la Administración municipal iniciar este debate lo antes posible, de manera plural y diversa. Ahora, seguimos esperando que este proceso avance y que podamos conocer los resultados que se obtendrán.
Ojalá no tengamos que esperar hasta el último minuto para tomar decisiones. Que esas decisiones no sean insuficientes para enfrentar las consecuencias y, al final, no nos lamentemos por la incapacidad de actuar con tiempo.
Más allá de la Feria, que es sumamente importante, dejo abiertas algunas ideas para una futura columna, en la que propongo que nos pensemos de manera prospectiva a Manizales en sus 200 años. En ella, quisiera abordar temas tan relevantes como la salud mental, el cambio demográfico de nuestra población y la vocación económica que definirá el rumbo de nuestra ciudad en las próximas décadas.