Hoy los líderes se empeñan en ser caricaturas. No veo otra forma de nombrar a un señor naranja con peluquín que habla de migrantes cenadores de gatos y de perros. Ni tampoco creo que esta realidad caricaturesca pueda nombrarse distinto: ganó la Presidencia de la democracia más importante del mundo un hombre que fue condenado en un juicio penal. ¿Los que celebran la victoria de Trump ya no hablan de “criminal” y de “corrupto” como les sale tan fácil al calificar al presidente Petro con relación a su pasado guerrillero?

Lo peor de esta época en la que vivimos es la ideología en su máxima expresión, el sistema de creencias con el que miramos -o dejamos de mirar- el mundo. Mezclada con una especie de sentimiento permanente de cruzada al borde del abismo, exacerbada por algoritmos y redes sociales, por medios que solo les interesa los clics y que se mueven al vaivén de los prejuicios. Un mundo cada vez más distópico en el que muchos ciudadanos -como en los Estados Unidos- deciden que es más importante la conspiración por la cual supuestamente el precio del mercado está más alto que la disminución de la huella de carbono en el planeta. ¿Que íbamos a cambiar después de la pandemia? Pobres ilusos nosotros.

Me gustaría señalar dos cosas sobre la reelección de Trump. La primera: en “Patada a la escalera: la verdadera historia del libre mercado” el economista Ha-Joon Chang defendió una historia alternativa del libre mercado: los países desarrollados usaron el proteccionismo (subir aranceles para proteger la industria nacional) con el fin de defender su industria naciente y, cuando llegaron a niveles altos de desarrollo, patearon la escalera del proteccionismo para que los Estados emergentes no siguieran el mismo camino. ¿Qué hace, entonces, que un supuesto ultraliberal como el bufón presidente Milei apoye casi enfermamente a Trump, si el presidente naranja pretende imponer una política económica proteccionista (Make America Great Again)? Es la ideología, estúpido.

Sigo con una metáfora parecida a la patada a la escalera. ¿Cómo se explica que alrededor del 45% de latinos haya votado por Trump? Una ilustración es aquella que mencionaba el senador Humberto de la Calle en un trino del 6 de noviembre: “Voto latino en EEUU. Me permito bautizarlo como el ‘síndrome del bote salvavidas’. Una vez en el bote hay sobrecupo, los que se lograron subir, patean a los náufragos que aún intentan lograrlo. Y Trump con su feroz política migratoria los representa. La naturaleza humana no es propiamente ejemplar”. No son días para sentirse orgulloso de ser humano -ni de ser latino-.

Del voto latino por Trump se puede hablar también de la evangelización del nuevo protestantismo que incitó a votar por él, con la consigna que se resume en “Dios, armas y Trump”. ¿Que el señor naranja sea un tipo ventajoso y que ha sido declarado como culpable de abuso sexual? ¿Que representa una vida vacua con la que seguramente no estaría de acuerdo Jesucristo? ¡Qué importa! Él nos salvará de los abortistas y de los progres, de las ideas “woke” y de los trans. ¡Otra vez la ideología, estúpido!