Al aproximarse el nuevo año nos llenamos de esperanzas y, por supuesto, de resoluciones que probablemente olvidaremos en febrero. El año 2025 viene con cambios que van más allá de prometer ir al gimnasio. El Plan de Desarrollo Nacional del Gobierno Progresista de Gustavo Petro Urrego se presenta como una hoja de ruta que, esperemos, no termine junto a la promesa de dejar de comer dulces. Este plan, “Colombia Potencia Mundial de la Vida”, desafía el status quo y a los poderes mafiosos, y ¿quién no ama un buen desafío?
La propuesta política progresista llegó con la promesa de un enfoque garantista, inclusivo y participativo, y parece que por fin se están teniendo en cuenta las voces de los excluidos y marginados, de los nadie. Sin embargo, es válido preguntarse si los señores de la guerra, las mafias y la politiquería corrupta lograrán frenar el cambio y nos van a dejar ante un nuevo episodio de “La misma historia, con un nuevo título”; aunque, visto lo visto y dado el esfuerzo
que está haciendo el Gobierno, podemos decir que al menos el título es más prometedor y el cambio en la historia ya empezó a darse.
Superar más de 25 años de regímenes que mezclaron neoliberalismo y neopopulismo, gobiernos medio fachos diría yo, por cortesía, que nos dejaron más asustados que un ratón en una trampa, superarlos nos hace merecedores del cambio. Es como decidir dejar de ver la misma película de terror (mínimo 6.402 veces) y animarnos a querer ver una película de aventura. Claro, el cambio no es fácil y a veces parece que estuviéramos en un juego de “¿Quién quiere ser millonario?”: muchos despistes y pocas respuestas correctas. Solo que esta vez el juego tiene un guion más esperanzador, con más sonrisas y menos sustos.
Es cierto que el cambio asusta, ¡ya sabemos de las mariposas en el estómago antes de descubrir algo nuevo! También es cierto que cambiar para progresar nos atrae a todos, como el último pedazo de torta en una fiesta. Sin embargo, aunque a la gente le guste vivir sabroso y ser feliz, cuando llega el momento de apoyar, muchos prefieren quedarse en su zona de confort, como el animal que se acomoda en su rincón de costumbre, aunque se vea tenebroso y huela maluco.
Es curioso, todos queremos un país mejor, pero cuando se les necesita, algunos, incluyendo gente de la nuestra, son expertos en el arte de la invisibilidad, y otros perfeccionan el arte de la imbecilidad, reclamando resultados mientras se oponen al cambio que los puede generar. ¡Vamos, Colombia! Es hora de dejar el miedo y continuar construyendo juntos el cambio que queremos. La época es propicia para asumir retos, y cumplirlos.
Coletilla: mientras brindamos por un año nuevo lleno de cambios y esperanza, recordemos que la verdadera transformación requiere más que buenas intenciones, necesita compromiso, acción y, por supuesto, inteligencia para saber retirar el apoyo a los que se oponen al cambio, así digan que son de los nuestros.