La incultura política no es, del todo, responsabilidad ciudadana. Tenemos clanes interesados en que la ciudadanía viva confundida y con miedo, requisitos necesarios para ofrecerle la promesa de protección a cambio de que se deje llevar, bien sea por supuesta gratitud a algún mesías salvador o por reverencia al duro de los duros. O las dos.

La estrategia de regalar miedo y confusión para vender soluciones mesiánicas es lo que yo llamo el vaciamiento de contenido de palabras y conceptos asociados a la política. Así se ha logrado que el colombiano promedio sienta temor a expresar su posición, cuando esta es contraria al poder establecido (padres, profesores, patrones, policías, funcionarios…). La actitud reverencial generada garantiza la incapacidad ciudadana para tomar decisiones autónomas y libres, lo que favorece las prácticas clientelistas, mafiosas y corruptas frecuentes en los rebaños amedrentados de los que habla Noam Chomsky.

Para la mayoría de las personas sus temores están soportados en silogismos y analogías mal intencionadas, pero efectivas en el propósito de la derecha: confundir por desconocimiento y nivelar por lo bajo cuando se habla de política.

Presento unos ejemplos y propongo que se debata públicamente este engaño y sus consecuencias en la cultura política ciudadana.

La palabra oposición (a la derecha) se asoció con comunismo y guerrilla, y estas palabras se asociaron a ilegalidad y violencia, logrando así que oposición, ilegalidad y violencia parecieran sinónimas, con lo que se legalizó y justificó la represión de opositores y contradictores a esos gobiernos.

El concepto de democracia se ha reducido al de las votaciones, y nuestras votaciones no son el mejor ejemplo de participación ciudadana transparente y democrática; son mecanismos para legitimar el poder de “los políticos”, de los que se creen dueños del poder y de lo público, debilitando la noción de que la democracia es, por definición, ética, inclusiva y participativa.

La palabra conflicto (tensión) se asoció al enfrentamiento armado, ignorando así el conflicto social, político y económico, por ejemplo. Esto escondió las causas estructurales de la desigualdad y justificó la militarización de la política y la persecución a quienes buscan soluciones pacíficas y dialogadas a los conflictos.

Polarizar (diferenciarse con claridad) se asocia a disenso, desacuerdo y conflicto (ya tergiversado), sugiriendo que la diversidad de opiniones es peligrosa para la armonía, la unidad y la paz. Al diferente se le ve como el enemigo y a la diferencia de opiniones y posiciones como un riesgo, debilitando el debate político, y justificando la represión en nombre de la democracia.

Sin propuestas de modelo económico diferentes y sin opciones de país claramente diferenciadas no hay elección y no hay democracia. Y ¿qué decir de lo que han hecho con los conceptos de política, participación, justicia, paz, inclusión, diversidad, cultura…? Debatir sobre estos y otros conceptos, “vaciados de contenido” por la politiquería tradicional, es otra forma de reducir los índices de incultura política ciudadana.

Coletilla: En Colombia lo de engañar a la ciudadanía se ha vuelto tan normal que resulta extraño cuando un candidato alternativo obtiene respaldo ciudadano sin incurrir en clientelismo, corrupción o constreñimiento al elector, por ejemplo.