Hay una palabra de la nueva jerga inglesa que se ha colado al hablar común y es cada vez más frecuente en redes sociales y en conversaciones entre Millenials o Generación Y (nacidos entre 1981 a 1994) y personas de la Generación Z (1995-2010): el Gaslighting.
Este término se refiere a una táctica de manipulación psicológica que socava la percepción de la realidad de una persona. Originado en la obra “Gas Light”, esta expresión se ha extendido para describir situaciones en las que alguien induce a otro a dudar de sus percepciones y memorias, minando su autoestima y confianza en sí. En otras palabras, describe una forma específica de manipulación psicológica en la que una persona intenta hacer que otra dude de su percepción de los hechos. 
“Gas Light”, escrita por Patrick Hamilton y estrenada en 1938 en Londres, es una historia teatral de suspenso y drama psicológico que se desarrolla en la época victoriana. La trama gira en torno a Bella Manningham, una mujer que comienza a dudar de su cordura debido a una serie de extraños incidentes en su hogar de los que su esposo saca provecho. 
Esta es la historia: Es la Londres típica cubierta de niebla de 1880, en la casa de clase alta de Jack Manningham y su esposa Bella. Ella es una mujer nerviosa e insegura, y los comentarios de rechazo de su dominante esposo (quien coquetea con las mujeres del servicio doméstico en frente de ella) empeoran las cosas. 
Lo que más perturba a Bella son las desapariciones inexplicables de su esposo: él no le dice a dónde va, lo que aumenta su ansiedad. Por ende, Jack está decidido a convencer a Bella de que está volviéndose loca, incluso asegurándole que se imagina que la luz de gas en la casa se está atenuando. Y la historia sigue y, a medida que la trama avanza, se vuelve evidente que su esposo está manipulando deliberadamente su percepción de la realidad para hacerla sentir inestable y dudar de su cordura.
La obra y su posterior adaptación cinematográfica resonaron en la audiencia y capturaron la atención del público debido a la novedosa forma en que presentaban la manipulación emocional. Así pues, el término “gaslighting” nació a partir de estas representaciones y, desde entonces, ha evolucionado para describir un patrón de comportamiento en el que una persona distorsiona la realidad de otra con el fin de minar su pensamiento y autoconcepto.
Pero esto no es exclusivo de tierras inglesas en épocas victorianas o del siglo pasado. En la sociedad contemporánea, la desinformación y las narrativas distorsionadas son omnipresentes, lo que ha llevado a un estado constante de incertidumbre y confusión. La línea entre la verdad y la falsedad a menudo se desdibuja y el gaslighting se convierte en una herramienta de manipulación poderosa en diversas esferas, desde la política hasta las relaciones personales más significativas.
Sumado a esto, como en la obra teatral, dos conceptos que emergen en este paisaje son el gaslighting y la ansiedad, efectos que, aunque distintos, pueden interactuar de manera demostrativa y desesperante, especialmente en relaciones cercanas como las afectivas amistosas o románticas.
Esta manipulación emocional no está exenta de consecuencias: La víctima del gaslighting puede experimentar una erosión gradual de la autoconfianza y la autoestima. Así, estas dudas persistentes sobre la propia percepción de la realidad generan una sensación de ansiedad constante. 
La ansiedad, que ya es una preocupación creciente en nuestra sociedad, encuentra un terreno fértil en el contexto del gaslighting. La constante desconfianza en las propias percepciones y experiencias puede dar lugar a la paranoia y al temor a ser manipulado.
Cuando el gaslighting se entromete en las relaciones, la ansiedad puede intensificarse. La confusión sobre la validez de la amistad y la constante vigilancia de señales de manipulación pueden desgastar la intimidad y dificultar la autenticidad en la relación. En un contexto empeorado, también podría haber reflejos de un abuso narcisista que solo puede dejar profundas heridas con curas alejadas en el tiempo.
Pero también hay momentos de gaslighting político, por llamarlos así. Tal como sucede cuando un alcalde, por citar un ejemplo, usa los medios de comunicación para pagar información institucional para hacer ver como verdad lo que es una mentira o un fraude. Una especie de manipulación de la verdad para querer ocultar lo evidente. Como cereza del coctel, ese mandatario desestima el sentir popular y lo aísla como hecho residual. 
Frente a estos panoramas, es crucial abordar estos problemas con empatía y educación. Promover la conciencia sobre el gaslighting puede empoderar a las personas para reconocer estas dinámicas y buscar ayuda cuando sea necesario o fijar límites que les mantengan en paz.
La comunicación abierta y la construcción de relaciones basadas en la confianza y el respeto son esenciales para contrarrestar la manipulación emocional. Al mismo tiempo, fomentar la resiliencia emocional y las habilidades de afrontamiento puede ayudar a las personas a manejar mejor la ansiedad que surge de estas situaciones.
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Quiero agradecer a Nicolás Restrepo Escobar por tantos años de confianza. Un gran líder y director que me dio la oportunidad de crecer profesionalmente en dos colosales retos de la casa editorial: La Patria Radio y el libro Cien Años de Verdad, además de haberme abierto estas páginas desde el 2011.