En medio de las discusiones de la COP16, que se realiza en Cali con la presencia de más de 23 mil delegados, varios temas han ocupado el centro de atención. Uno de los principales retos es la implementación de los Planes Nacionales de Biodiversidad. Muchos países aún no han presentado sus estrategias nacionales, lo que pone en riesgo los objetivos globales. Se hace un llamado urgente para que cada nación acelere este proceso y entregue informes de progreso más concretos.
En segundo lugar, el financiamiento adecuado es fundamental. Existe una gran brecha entre los recursos comprometidos y los que realmente se necesitan para proteger la biodiversidad. Especialmente en los países en vía de desarrollo, el apoyo financiero a las comunidades indígenas y locales es crucial, dado su papel central en la conservación de los ecosistemas. Estos pueblos han sido los mejores protectores de la naturaleza, pero su labor muchas veces es ignorada o subestimada.
Otro punto clave es la integración de los esfuerzos de conservación con las acciones contra el cambio climático. La COP16 busca crear sinergias entre estos dos temas urgentes. Para ello, se aboga por mecanismos de monitoreo más sólidos y colaborativos que permitan evaluar el progreso de los países de forma eficaz y transparente. De esta forma, se busca unificar las estrategias en pro del medio ambiente y del clima.
Sin embargo, el punto más preocupante para Colombia es la vulnerabilidad de los líderes ambientales y defensores de la tierra. Según Global Witness, Colombia fue el país más peligroso para estos líderes en 2023, con un 40% de los asesinatos a nivel mundial ocurriendo en nuestro territorio. Del total de muertes globales, el 43% corresponde a líderes indígenas, quienes enfrentan enormes riesgos por su labor de protección de sus territorios y del medio ambiente.
La mayoría de estos ataques se producen en regiones en las que los líderes se oponen a proyectos extractivos, como la minería o la tala, o luchan por el reconocimiento de tierras ancestrales. Las áreas más afectadas incluyen la Amazonía y zonas en disputa por grupos armados o intereses corporativos. Estos asesinatos reflejan la creciente presión sobre territorios ricos en biodiversidad y recursos naturales, donde indígenas y campesinos juegan un papel fundamental en la conservación del medio ambiente. Pese a sus esfuerzos, estos defensores del territorio enfrentan violencia, amenazas y desplazamientos forzados.
A pesar de que existen marcos legales para proteger a estos líderes, la implementación sigue siendo débil. Sin acciones concretas, los riesgos continúan siendo altos, y la lucha por la conservación de los territorios en Colombia sigue teñida de sangre. Así como el frailejón, esa planta de páramo que en silencio y con paciencia almacena agua para la vida, nuestros líderes ambientales son guardianes de un tesoro invaluable. Protegerlos es más que una obligación: es la única manera de garantizar un futuro para nuestra biodiversidad.