El presidente Trump se encontraba en su Mar-a-Lago (playa y palmeras) cual detective advenedizo, y paseándose y meditando en su máxima obsesión: la inmigración. De pronto se detuvo ante una palmera, y cual producto de sus pesquisas, ceñudo, a ella le recitó -voz requisitoria- dos versos, tal vez del expresidente argentino Domingo F. Sarmiento: así que “Tú también eres, ¡oh palma!/en este suelo extranjera”.
En su obsesión, orden ejecutiva: procedan deportaciones según sus orígenes. Palma de coco, islas del Pacífico; datilera, norte de África; la real a Cuba o, mejor, a Guantánamo.
A propósito de emigración y palmeras, una novela de contenido poético, es “Época de emigración al norte”, de Tayeb Saleh. Un inmigrante reflexiona: “no soy una pluma a merced del viento, sino como esa palmera: alguien que tiene raíces, un origen, un fin”.
Ni sabe Trump que la emigración salvó de la extinción a la especie humana.
Originarios del África somos, pero hubo un momento en el que, amenazados por los desafíos del medio, nos fuimos reduciendo a 20.000 en todo el planeta.
Sequías, enfermedades, agotamiento de los alimentos, no se sabe, pero consta que hace unos 80.000 años, nuestros antepasados, sentenciados por la extinción, comenzaron a emigrar, lo que les permitió sobrevivir y multiplicarse.
Olvida el presidente Trump, consumado policía fronterizo, que esa política contra la inmigración generará sinsabores.
El importante, ¡quién lo creyera!, es con la dopamina. Este neurotransmisor actúa sobre el cerebro (puede ser peligroso, por las adicciones) y es la base de nuestra creatividad, asunción de riesgos, emprendimiento, energía, toma de decisiones y entusiasmo.
Y parece encontrarse mejor en los inmigrantes. Históricamente Estados Unidos vale porque ha sido un país neto de inmigrantes. Sin ellos, ¿sufrirá un déficit futuro de dopamina?
No es un chiste. Del libro “Dopamina”, de Daniel Liberman y Michael Long (ed. Planeta, páginas 306 y s.s.), tomo lo siguiente.
El 42% de los Premios Nobel son estadounidenses y su gran mayoría inmigrantes. Canadá, 13%, Alemania, 11%, Reino Unido 11%.
La mayoría de las grandes empresas de la nueva economía, Google, Intel y otras han sido fundadas por inmigrantes. Igual el 52% de las empresas de tecnología de Silicon Valley. El 40% de las solicitudes de patentes internacionales desde USA son de inmigrantes. Estos crean el 25% de las nuevas empresas. Y todo lo anterior, siendo los inmigrantes solo un 13% de la población del país.
La población de USA envejece, no obstante la contribución de los latinos.
Elon Musk, emigrante desde Suráfrica a los 21 años, y que pudo ser un deportado, y que es más rico que Trump, y que es su gran asesor, y que es el gran ego que refuerza el de Trump, le podría regalar un valioso y significativo libro: “Personas Excepcionales: cómo la migración ha transformado el mundo y definirá nuestro futuro”, de Ian Goldin, Geoffrey Cameron y Meera Balarajan.
Porque Trump y su política migratoria significan el sinsabor del principio de la decadencia de los Estados Unidos. Aislarse es disminuirse. Y el muro, su más grave significante. Con Ramos Sucre, será: “divisé, al pasar la frontera, la lumbre del asilo, y corrí a agazaparme a los pies de mi dios”.
(“Los sinsabores del verdadero policía”, novela de Roberto Bolaño).