Con mi largo transcurrir en la actividad política y mi estrecho acercamiento con las comunidades me he cuestionado ¿qué es lo que está sintiendo la gente hoy? La respuesta que he recibido de mis análisis y las conversaciones con un café, es que está cansada de los extremos, insultos y que le frustren sus esperanzas. Ha perdido la capacidad de soñar porque le prometen, le hablan, le construyen una narrativa sobre la cual crecen personas y movimientos políticos, que después hacen lo mismo que siempre criticaron.
La gente se está dando cuenta de que lo único que buscan los extremos son sus intereses particulares y no los colectivos. Por donde alcemos la mirada solo vemos corrupción y escándalos. Basta analizar la situación nacional, cada día son noticias que incluyen polígrafos, escuchas telefónicas, sospechas de campañas ilegalmente financiadas y desfalco de entidades como la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD).
El cambio que tanto anheló un país se quedó en solo frases, porque llegaron al poder a repetir la  historia. El mismo exdirector de la UNGRD Olmedo López expresó: “En el camino nos equivocamos…y me arrepiento”. Lo que sucede a nivel nacional también permea a Caldas, a una clase política dedicada a la satisfacción de intereses personales y de egos, donde prima el pequeño yo de cada ser. Estructuran un proyecto con las ilusiones de las personas, les prometen una vivienda nueva en la que podrán formar su hogar, pero después de cuatro años, las casas quedaron en el aire y denunciadas por corrupción.
Lo mismo ha sucedido con las Vías del Hermanamiento, un proyecto soñado por las comunidades por más de 50 años para unir a Caldas y Antioquia, el cual tiene procesos irregulares en su ejecución y está siendo auditado por la Contraloría General de la Nación. Lo anteriormente mencionado está deteriorando las condiciones de vida de los territorios. Se ha perdido competitividad, capacidad de inversión y liderazgo.
Hemos iniciado un proceso para la construcción de la verdadera razón de la política, servir con sentido al ser humano. Esto no es nuevo ni de otro mundo, porque ya está siendo utilizado en España, bajo el movimiento denominado Humanítica. Según Emilio José Borrega Romero, citando a la Fundación Liderar con Sentido Común, la Humanítica es  un movimiento que cambia la clase política por política con clase y en la cual todo aquel que se mueva en política con buenas intenciones y vocación de servicio tiene cabida. 
Es, en resumidas cuentas, liderar utilizando la cabeza sin perder el corazón, como cuando en Manizales se reubicó a personas que estaban viviendo en zonas de alto riesgo y se les subsidió una vivienda digna o cuando se pensó en implementar un sistema de transporte rápido, seguro y económico. También cuando se adecuó un hospital público con los más altos estándares de calidad con el único fin de salvar vidas y mejorar la calidad de ellas, o cuando se administró una empresa pública en beneficio de la comunidad.
El reto es tener una política con clase, en la que humanicemos la política y que así seamos de derecha, izquierda o centro aprendamos lo que nunca deberíamos haber olvidado, ser humanos.