La estrella 97 de los 98 torneos (el de 1989 fue cancelado por el asesinato del árbitro Álvaro Ortega) fue para el Atlético Bucaramanga, cuyo mayor logro hasta el sábado pasado, había sido un segundo lugar en 1997, detrás de América.

Era el único de los históricos sin título después del triunfo del Deportivo Pereira en el segundo semestre de 2022. Bajo esa denominación son 14, y ahora todos son campeones. A los cuales se suman Pasto y Chicó, triunfadores en 2006-1 y 2008-1, respectivamente, que aparecieron en el panorama nacional cuando fueron instaurados el ascenso y el descenso.

El cuadro de ganadores lo encabezan Nacional con 17 campeonatos (10 en torneos cortos), Millonarios 16 (3) y América 15 (4). Con 10 están Junior y Cali; 9 tiene Santa Fe, 6 Medellín y Once Caldas es octavo con 4. Acosa el Tolima, que ya tiene 3.

En 1956 Quindío dio la vuelta olímpica, dirigido por Francisco Lombardo y con un futbolista riosuceño en sus filas, Álvaro Lahidalga. Unión Magdalena lo hizo en 1968 con Antonio de la Hoz como técnico y Cúcuta con Jorge Luis Pinto en 2006-2.

El último de Once Caldas fue hace 14 años, en diciembre de 2010, con Juan Carlos Osorio.

También lo obtuvo en junio 2009 con Javier Álvarez y a mitad de temporada 2003 con Luis Fernando Montoya. La primera vez fue con Deportes Caldas en El Dorado de 1950, Alfredo Cuezzo.

El Blanco perdió dos finales: con Pompilio Páez en 2011-2 ante Júnior y con Javier Álvarez en 1998 frente al Cali. Hay, igualmente, dos ‘títulos sin estrella’: Américo Pérez, ganador de la Copa de la Paz en 1983 y Piscis Restrepo en 1993. Los trofeos eran anuales.

La consagración de Bucaramanga fue una lección más de lo importante que es armar equipo, y no me refiero a la conformación del plantel. Desde que llegó Rafael Dudamel, dirigentes, futbolistas, empresarios locales, prensa y aficionados se unieron: todavía están celebrando.

El entrenador venezolano, que en 2021-2 ganó con Cali, los comprometió a punta de motivación, metió en el colectivo ese pensamiento positivo, potenció un grupo sin figuras y sacó adelante un resultado proyectado para final de temporada.

Se la creyeron, como el Once Caldas cuando fue campeón de Copa. A Samuel Vanegas le preguntaron alguna vez cuál fue la razón del éxito y, sin dudarlo, respondió: “Nos la creímos, nos convencimos de que éramos los mejores y salíamos al campo sin complejos”.

Misma mentalidad del Bucaramanga que fue el preferido de la mayoría de colombianos ante un Santa fe que, sin crear resistencia y siendo más como equipo, sucumbió pese a contar con el favoritismo y tener el público del Campín de su lado.

Ejemplo para los demás, incluido Once Caldas, en donde es diferente. El espíritu arrogante en su manejo cierra puertas a la prensa, ignora la pasión del hincha y, según su presidente, como empresa privada hacen lo que les viene en gana.

De entrada, para el Bucaramanga campeón, 500 mil dólares de Conmebol y 1.000 millones de pesos por parte de Dimayor, algo más de 3.000 millones, y adicionalmente cupo en la fase de grupos de la libertadores con un botín inapreciable.

Once Caldas, con el trabajo realizado, y con certezas, puede aspirar. Por las características de nuestra liga, con mayor esfuerzo y con su cuerpo técnico competente, le faltaría en reforzamiento de puestos clave.

Urgentes: un delantero goleador, extremos, y un creativo si Arce no continúa. Las posiciones defensivas están cubiertas, a no ser que el negocio impere y desbaraten lo montado. Hablo sobre la sana lógica de construir sobre lo que está erigido.

Hasta la próxima...