Cuando Once Caldas llegó a 30 puntos, fecha 15 de Liga, luego del empate agónico con Tolima 1-1 en Ibagué, no sólo se habló de clasificación anticipada, sino que se planteó el cupo en Copa Libertadores como objetivo y ser cabeza de grupo en los cuadrangulares.

Todo era felicidad y si bien había un bajón en lo futbolístico, los resultados marcaban la pauta y se sostenía en el liderato, a pesar de las amenazas causadas por el creciente rendimiento de rivales que hoy lo superan y juegan mejor.

Las últimas jornadas han sido flojas, sin capacidad para definir, con cuatro derrotas y un solo triunfo en siete partidos, para un total de cinco puntos de 21, un 23% ínfimo en comparación con el 66% obtenido al principio.

Evidente caída en cifras que encendió las alarmas, pues se sobrevivió de la renta alcanzada en los buenos momentos. Un bache largo en medio del cual se obtuvo el tiquete a cuadrangulares, de nuevo cediendo terreno en casa y sin que sobrara nada ante un adversario como el Júnior, también necesitado.

El empate era negocio para ambos: Once Caldas con 31 puntos quedó listo y los tiburones con 28 le apuntan a un triunfo sobre Cali el jueves frente a su público. Sin necesidad de arriesgar, se impuso el pragmatismo, quedaron todos contentos y a pensar en la semifinal, que será a otro precio.

Con dos unidades más que el semestre pasado, Hernán Darío Herrera se convirtió en el técnico más exitoso de los tiempos de Pineda y compañía, al repetir semifinal en una misma temporada. Ahora su tarea será recuperar el fútbol con el cual calló a los detractores del comienzo.

Para salvar un poco la responsabilidad, ha dicho que el problema es de contundencia y a renglón seguido deja entrever satisfacción con el plantel. Lo primero es absolutamente cierto.

Sobre los deportistas no debe llamarse a engaños con esa nómina precaria que posee.

La falta de gol es manifiesta: Dayro, el gran artillero, anda en racha desesperante. Sumando

los duelos con Fortaleza, Santa Fe y Júnior, fueron siete las ocasiones desperdiciadas y como

no tiene quien lo apriete, no lo tocan y lo respetan demasiado.

El banco es insuficiente y el entrenador tiene que saberlo. Ante los Cardenales, derrota con

tintas en su contra, y con razón, porque con los cambios desbarató el equipo y del 0-1 a favor con argumentos pasó a un 2-1 triste, angustiante y que tumbó la estantería.

El problema no es de quienes abandonan, sino de los relevos. En ese encuentro de El Campín, ni Ríos ni Barrios estaban volando. El fastidio contra el Arriero fue por quienes ingresaron que no dieron la medida, como la mayoría de los suplentes.

Las críticas lo condicionaron. Con los taches en alto, en la rueda de prensa del lunes afirmó con énfasis que sólo hizo tres cambios (el de Cardona, obligado). No se trata de eso, son cinco posibilidades y hay que saberlas utilizar. Róger Torres, por ejemplo, mereció minutos en el campo. Herrera debe ejercer su autonomía, sin pensar en el qué dirán.

Que no se confunda ni deje enredar: sus opciones son limitadas, motivo por el cual debe buscar la recuperación deportiva de Lucas Ríos, Michael Barrios, Alejandro García y otros que han perdido protagonismo, dado que en sus días de gloria fueron los causantes del clímax, mientras regresa Mateo García.

Hasta la próxima...

Mario César Otálvaro