El 3 de julio de 1925 (hace 99 años) Manizales parecía un volcán en ebullición. A las diez de la noche, en una droguería se inició un incendio que con la fuerza del fuego destruyó 32 manzanas del naciente caserío semirrural, la parte comercial se redujo a cenizas. Por ser estrechas las calles, el incendio, como lengua voraz, mostró al amanecer del día 4 de julio un ambiente de dolor. Para muchos todo se vino abajo: el esfuerzo de los abuelos fundadores estaba agonizando en la humareda que olía a derrota; la pérdida económica y social fue tenebrosa, el saqueo a residencias y almacenes borraba el trato cultural del cual se gozaba en el ámbito nacional.
Pero como de la tierra sale un hilo verde de vida; así, de los escombros, se escuchó la voz de madurez y valentía de hombres y mujeres que se dieron de inmediato a la recuperación del poblado, trazando los recorridos entre manzanas de espacios más anchos, lo que hizo posible que más tarde vehículos entraran a formar parte del naciente progreso que enfrentó el golpe de otros dos incendios. De la unión de ceniza y vida (como en un Miércoles de Ceniza) fue posible levantar la que hoy es ciudad de empuje, de civismo creciente, de solidaridad, de habitantes de corazón de fuego y amor, escaladores de trayectos casi imposibles, raza honesta, trabajadora, religiosa.
En la recuperación de los desastres ha tenido presencia luciente quienes han planeado vivir con una economía solidaria desde el Evangelio. Hoy vale resaltar que es el Día del Economista, de aquel o aquella que desde estudios y planteamientos en consonancia con una economía que haga realidad la vida diaria digna y posible para todos sin excluir a los más pobres y marginados del voraz dinero que requiere un manejo con mirada social, sin corrupción individual.
Si bien es visible la brecha que se abre entre los que ganan y los que nada tienen, entre los que se capacitan para progresar y los que se incapacitan para convivir comunitariamente, es aún tiempo de disminuir injusticias y vivir fraternalmente en una tierra con oportunidad para todos. En el fondo es eco de lo que indicó Jesús de Nazaret: somos administradores de los bienes recibidos; que la economía incluya a la comunidad que marcha en la esperanza hacia un mundo mejor.