Descubrir, conquistar, colonizar son pasos que han hecho historia, unas veces dolorosa, sangrienta; otras inteligente, cordial y humana. Vale la pena no olvidar hechos brotados de nuestra tierra y raza que son ejemplo de civismo, diálogo, solución culta y pacífica. Corría el año 1850 y la muy pequeña población de Manizales, creciendo como un cóndor en su nido, entró en el paso de repartir terrenos a los moradores para que con su propiedad pudiesen construir bellas casitas.
El 6 de julio de 1850 el Cabildo municipal de Manizales expidió el acuerdo para la legalización de los terrenos ocupados. El 24 de julio se adjudicaron 31 lotes para la casa de gobierno, la iglesia, la cárcel y las familias presentes. Día de jolgorio y ejemplo de rápida organización. Ese año ocuparon la Alcaldía Antonio Ceballos e Ignacio Londoño.
Pero pronto apareció el obstáculo. Esos terrenos ya tenían dueño: la sociedad González Salazar y Compañía. Qué hacer, fue la pregunta, y lo admirable es que sin gritos, sin explosivos, sin encapuchados, ni líneas de combate se llegó a un arreglo amigable en enero de 1851. Se hizo cesión legal de los lotes, y dos años más tarde la sociedad González Salazar hizo un arreglo con el Gobierno nacional que dió 10 fanegadas de tierra a cada poblador de Manizales y 12 mil al distrito. Ejemplo para no olvidar.
Hoy que se habla de tierra propia para el laborioso campesino, para el inicial poblador, el indígena colombiano, para el valiente trabajador de nuestra Patria. Hoy ya se asoman las armas para cualquier reunión en este tema, los gritos se adueñan y el miedo ronda ante la posible aparición de vándalos y violentos.
Algunos hablan de cómo la raza humana ha crecido en sentimientos de odios, alejamientos, artes para las mutuas acusaciones, amenazas de violencia que alejan las posibilidades de soluciones que se canalizan en guerras, peleas, odios crecientes, engaños, corrupción, dudas.
Es bueno saber que Manizales, hace ya 173 años, vivió situación similar de repartir terrenos y organizar progreso, y lo hizo en diálogo sereno, con el talante de caballeros y damas que sabían sonreír como hermanos, dialogar como humanos, crear unidad como cristianos, pues casi todos sabían en las tardes cantar con el tiple, compartir en familia una calurosa cena e ir a la cama con el arrullo del Rosario y el beso al crucifijo. Ejemplos hechos vida para no olvidar, sí para continuar.