Empezó en Colombia. Al inicio de cada año llegaban a la casa recordada chicos campesinos e iniciaban el compartir por varios meses.
Allí estudiaban, tenían sus alimentos, hacían deporte, practicaban modos de tecnificar la producción agrícola, revisaban la convivencia, oraban y pronto se sentían hermanos, no competidores pero sí constructores de un nuevo país que diera horizontes al mundo rural.
Esta positiva experiencia, que no es noticia porque no suscita escándalos, ni locuras, existe aún en algunas partes de Colombia y se llama "Hogar Juvenil Campesino", plataforma de progreso para miles de adolescentes y jóvenes que son fuerza creativa lejana a la pereza, la drogadicción, los odios o miradas pesimistas vitales.
Esta obra nació el 4 de febrero de 1963 gracias a la mirada osada de un hombre al cual Colombia le debe inmensa gratitud; se trata de monseñor Jesús Iván Cadavid Gutiérrez, nacido en Sopetrán (Diócesis de Antioquia ).
Entró, al terminar bachillerato, al Seminario; fue ordenado sacerdote y enviado a estudiar a la Universidad Javeriana de Bogotá y a la Gregoriana de Roma.
Al regresar, fue nombrado para la población de Urrao (Antioquia) y allí dio comienzo a tres obras que son expresión del Evangelio de Jesús, no sólo leído sino practicado.
Su primera obra fue la fundación del Liceo Simón Bolívar, de hermosa construcción y alta organización.
La segunda fue el inicio de un maravilloso plan de vivienda para el sector rural, siguiendo el modelo de la Fundación Minuto de Dios.
La tercera fue la creación de los "Hogares Juveniles Campesinos". Estos últimos son casas abiertas en las poblaciones rurales, casi siempre en conexión con las parroquias, a las cuales acuden adolescentes y jóvenes que al terminar la primaria en sus veredas ven frenada la continuación de sus estudios; para ellos se crearon estos hogares que les abren la oportunidad de pasar a bachillerato.
Al morir monseñor Cadavid dejó en el país 147 Hogares Juveniles Campesinos en 16 departamentos haciendo realidad el pensamiento de su fundador: "Impulsar la revolución de la paz en el agro abriendo posibilidades, desde el Evangelio y la Iglesia, a la niñez y juventud".
Monseñor envió esta creación a organismos gubernamentales haciendo llegar su tesis como propuesta nacional, pero la sugerencia fue rechazada, guardada, ignorada, pero copiada en similares iniciativas.
Colombia no debe olvidar ni dejar de apoyar estas iniciativas que traen para la juventud y el agro caminos de progreso y gozo optimista.