No es lo mismo salir a pasear, que es desplazarse en ambiente festivo o de descanso, que migrar, que es salir no para descansar sino forzados por situaciones casi siempre sociales, bélicas, de pobreza e incertidumbre.
En este tiempo de Adviento recordamos que la Sagrada Familia (Jesús María y José) fueron migrantes, antes de nacer el niño, estando en el vientre de María se desplazaron de Nazaret a Belén para el censo organizado y sabemos que no encontraron hospedaje propicio para el inminente parto. Luego del nacimiento vivieron penosa migración huyendo de la furia de Herodes, que se dio a la persecución del recién nacido por celos políticos y de poder.
En la novena preparatoria en la cual estamos terminando Adviento hay buenas reflexiones sobre este acontecimiento; en México y otros países se dramatiza con el posadas “que resaltan la búsqueda y las negativas con cerrazón, humillación y cansancio...”.
Vale recordar este hecho ya que hoy, 18 de diciembre, se celebra el Día del Migrante y que en esta época es una invitación a la acogida y buen trato hacia tantos que sufren migración por desplazamiento forzado, huída de amenazas, pérdida de tierra y casa, miedo e inseguridad si se permanece.
Es saludable constatar que en el recorrido del mundo encontramos albergues, comedores comunitarios, casas de paso, sitios de acogida para pasar unos días; en sitios de guerra, violencia que produce miedo, pobreza por mala administración gubernamental. Podemos encontrar sitios que abrazan, que dan no sólo una comida humeante sino un calor amoroso, una sonrisa que alivia las penas y miedos, un sitio para un sueño sereno. Casi siempre son lugares organizados por la Iglesia, que trata de hacer realidad lo que el Señor nos dejó: “Lo que hagan a uno de los míos, a mi lo hacen”.
A pesar del pensamiento de algunos que anotan que la Fe ignora la realidad por pensar en la eternidad, basta ver los grupos que en las tardes y noches en nombre de Cristo recorren calles llevando alimento a los que están sin vivienda, palpar la pastoral social que llega a diario a albergues, comedores y familias desplazadas y hace presencia reconfortante y concreta.
Llega la Navidad, ojalá no olvidemos a los migrantes de hoy y les llevemos una noche de Paz y amor.