Peligroso suegro fue el señor Pedrarias Dávila, gobernador del Darién hace 510 años; venido de España se encontró con su yerno ya conocido, casado con una de sus hijas. Este hombre se llamaba Vasco Nuñez de Balboa, nacido en Jerez y llegado a nuestra región con los primeros conquistadores enviados por España, con las ansias de tener honores y gloria, conocer estas nuevas tierras y lucrar de sus riquezas que desde Colón hacían eco en la comarca lusitana.

Era buen tipo este Balboa, pero con la mentalidad conquistadora y posesiva de los que llegaron con cartas del reinado español que los nombraba dueños de los territorios encontrados y ocupados de seguro que después de feroces luchas.

Balboa tiene un honor que nadie puede arrebatarle: el 25 de septiembre del año 1513 lanzó un grito de euforia. Estaba ya en las playas del inmenso mar del Sur, llamado luego mar Pacífico; brincó en sus playas, se bañó en sus aguas y tomó posesión de su honor; en el momento era gobernador del Darién y poco después fue nombrado gobernador de Panamá; la gloria le inundaba, con sus hombres habían descubierto el amplio mar del sur comentado en narraciones, pero por primera vez visto y tocado por un español. Es verdad: hace hoy 511 años que el océano Pacífico con sus profundidades inimaginables y misterios como el de la isla de Pascua empezó a resonar en la historia universal y en la amplia geografía del planeta, nuevo mundo, nuevo mar.

Pero las envidias matan, los celos germinan venganzas, se maquinan tragedias y fue así como en el año 1519 el señor suegro Pedrarias hizo ejecutar de manera humillante y violenta a Núñez de Balboa; cuando no hay amor el odio riega sangre y quita vidas.

Colombia tiene la grata particularidad de estar rodeada por dos mares que dan nombre a sus costas: Atlántica y Pacífica, tazones de riquezas marinas, belleza profunda, fuente vital para millones de seres marinos y terrestres.

La Iglesia ha amado los mares e invita a su admiración y cuidado; en la palabra Bíblica desde el Génesis habla del mar, en los salmos canta su grandeza y en el Apocalipsis alaba su belleza; Cristo navegó el de Galilea en muchas ocasiones y disfrutó de su pesca.

El Papa Francisco en sus cartas “Laudato si” y “Querida Amazonía” nos invita a ser responsables en el cuidado de los mares, las aguas y las criaturas que en sus aguas son belleza, alimento y riqueza.