¿Qué gran diferencia hay entre 998 y 1.000? No lo sé, pero llama más la atención el número redondo y a ese llegó la semana pasada Gustavo Álvarez Gardeazabal con sus columnas que envía por Whatsapp. Admiro la constancia de este trabajo en un país de impulsos de muy corto aliento, y admiro la estructura de esos textos. Siento tranquilidad de saber que hay en Colombia voces como la de Gustavo, que son el claro reflejo de una personalidad totalmente original. Siempre simpaticé con este escritor por el hecho de haber resistido la densa sombra que proyectó la obra de García Márquez sobre la literatura colombiana, nunca claudicó y al lado de Macondo ubicó otras poblaciones colombianas ajustando así el panorama geográfico y literario. Supongo que sería más fácil trazar un mapa de la vida de este escritor que redactar su biografía. ¿En cuántas luchas no se embarcó este tulueño a lo largo de su fecunda vida? Lejos de ser un escritor de gabinete y biblioteca, su obsesión ha sido la gente y la vida, su pasado y su futuro, que él ha sabido convertir en insumo, ya sea para redactar una novela o un plan de gobierno.
La mitad de sus contradictores lo tildan de izquierdista y la otra parte de sus detractores lo cuenta entre la derecha. Sufre este hombre en carne propia la desintegración de los partidos políticos, porque ninguno de ellos ostenta hoy en día una posición política referente a la orientación que se le debe dar a la vida de una nación. Él mismo prefiere hablar de contratistas en vez de senadores, constatando que lo ideológico y lo humano dejó de existir en ese entorno.
Sus columnas son claras y precisas, no sobra y tampoco falta nada en ellas, ya que la pericia de este maestro de las letras sabe armar a la perfección ese tipo de producto periodístico. Se percibe en ellas un ciudadano muy bien provisto de datos que solo se obtienen de fuentes directas, con las cuales está en permanente diálogo escribiendo columnas que van mucho más allá de una juiciosa lectura de la prensa en internet. Álvarez opina porque tiene mucho qué decir, él no escribe por escribir y es por eso que asume posiciones coherentes y controversiales que distan del habitual afán de corrección política que tienen muchos otros columnistas. Se lee en ellas una pluma honesta que no ha perdido la capacidad de asombro o la convicción en la fuerza de la palabra. Disfruto la experiencia vital engastada en sus columnas, que hacen de su lectura un interesante inicio de día.
¿Pesa en el ámbito nacional la opinión de Gustavo Álvarez? No lo dudo. ¿Qué una columna suya tumbe un ministro? Para ese tipo de impacto falta el respaldo, pero no la capacidad de análisis y la capacidad de argumentación. Lo que sí logra Gustavo Álvarez con facilidad es nutrir y configurar una opinión pública que atenta seguimos sus escritos, totalmente convencidos de la buena intención de este maduro, fuera de lúcido, escritor.