La COP16 sí es importante, y es valioso que Colombia la realice. Se equivocó, pecando de arrogante, el periodista Luis Carlos Vélez al ridiculizar esta reunión internacional que se llevará a cabo en Cali del 21 de octubre al 1 de noviembre. Y hay que reconocer el esfuerzo e interés del Gobierno nacional para que este evento sea productivo y sirva en el propósito de proteger, y en últimas salvar, la infinidad de ecosistemas del mundo y toda su diversidad biológica.
El punto de partida es Río de Janeiro-Brasil en 1992, cuando se celebró la gran cumbre mundial por la Tierra, primera reunión internacional con la participación de casi todos los países del mundo y auspiciada por la ONU con el objetivo de generar una conciencia global sobre la emergencia ambiental que ya hace 32 años era notoria y palpable, y para tener una agenda común en cuanto a acciones de protección. Esta cumbre produjo varios tratados internacionales que sirvieran de referente a los estados en sus políticas de preservación ambiental: La Declaración de Río sobre Medio Ambiente y Desarrollo; el Convenio marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático; el Convenio sobre la Diversidad Biológica; la Convención de Lucha contra la Desertificación, y la Agenda 21.
El Convenio sobre la Diversidad Biológica de 1992 vino de la mano de la voluntad de hacer reuniones cada dos años para hacerle seguimiento a los objetivos planteados en biodiversidad y en general para tratar los problemas globales ambientales, estas reuniones se llaman Conferencias de las Partes, con su sigla en inglés COP, y la de Cali será la número 16. Más recientemente, en 2022, la comunidad internacional suscribió un acuerdo que busca hacer operativos los objetivos sobre protección a la biodiversidad y es el Acuerdo Global Marco de Biodiversidad de Kunming-Montreal de 2022.
Todo lo anterior es importante y muestra un interés de casi 200 estados por atender los graves problemas ambientales que tenemos. Pero sin duda, todo se mueve en el terreno de las relaciones internacionales, con sus lentitudes, sus intereses ocultos, sus escasos recursos y a veces sus burocracias indolentes y acomodadas. Además, los tratados internacionales tienen sus límites debido a las escasas posibilidades de obligar a su cumplimiento y quedando a merced de la voluntad de los estados partes, sus gobiernos y políticos.
La realidad del día a día en todo el mundo muestra otras dinámicas, con responsabilidades de todos los actores de la comunidad humana: los estados y gobiernos, las compañías, las comunidades y los individuos. Realidades que muestran una relación intrincada y compleja de hechos, intereses, condicionamientos económicos y sociales. Solo para poner un ejemplo: el Gobierno colombiano quiere dejar de extraer petróleo, lo cual como objetivo de sociedad es totalmente acertado en el marco de la crisis ambiental, pero si no se explota la falta de los recursos que produce sería catastrófico para el país entero. Por no mencionar los desastres que causan actividades económicas aparentemente exitosas.
Si en 32 años, desde Río, son más las derrotas que los triunfos que podemos ver en materia ambiental, esto es señal de las grandes dificultades humanas para afrontar este gravísimo problema, este problema existencial. Nuestras costumbres, hábitos, formas de vivir, y especialmente nuestra codicia, se imponen a las evidencias de que estamos haciendo un daño tremendo como especie al planeta. Las COP son muy importantes, sin duda, pero el trabajo grande está en el hogar de cada cual, en la conciencia de cada uno de nosotros, en la capacidad para cambiar pronto y vivir distinto.