Hubo gran expectativa hace pocas semanas ante el anuncio del presidente Petro de un recambio ministerial con el propósito de potenciar la ejecución de sus ideas de gobierno. Se especuló sobre la intención del presidente de radicalizar el gabinete con devotos seguidores suyos. Luego de conocerse los nombres de los ministros entrantes, desde la derecha dura pusieron el grito en el cielo por los que llegaban, acusándolos de tener ‘intereses comunistoides’, ‘amar la expropiación’ y querer llevar al país al despeñadero.

Pero mirado el cambio en su conjunto no se ve nada nuevo en el horizonte y todo seguirá como viene; es decir, un Gobierno que se mueve entre las estridencias del presidente, unos ministerios que tratan de implementar una orientación política que ganó las elecciones, otros ministros sobrellevando el día en los asuntos técnicos, y un sistema de pesos y contrapesos que está funcionando. Igual fue con el gobierno de Uribe, pues así como Petro tiene sus delirios, Uribe tenía los suyos, cada uno sus cruzados y opositores.

Juan Fernando Cristo es un liberal de corte socialdemócrata, muy parecido a Velasco y Prada, y que ha dejado claro que no trabajará por una constituyente por fuera de lo que establece el artículo 376 de la Constitución. Cristo buscará desde el Ministerio del Interior un acuerdo nacional con todas las fuerzas políticas para generar el mayor consenso posible en torno a unas reformas urgentes para el país desde la perspectiva del Gobierno. Prácticamente imposible que logre su propósito, a no ser que las reformas estén cargadas de tanta sensatez que valga la pena apoyarlas.

La ministra de Justicia, Ángela María Buitrago, ha sido una valerosa juez, que conoce el sistema judicial colombiano y que actuará con sentido democrático, no hay cambios respecto a Osuna. En Transporte, María Constanza García es una ingeniera conocedora del sector y con amplia experiencia en las obras públicas, su carácter técnico no está en duda. La abogada Martha Carvajalino llega al Ministerio de Agricultura con una sólida experiencia; era la viceministra, a quien el presidente le ha encargado la tarea de “impulsar la reforma agraria y un campo productivo con justicia social” -palabras de Petro-. ¿Qué tienen de malo estos propósitos? El asunto es el camino para llegar a ellos.

Por último está el nombramiento disonante, estridente, de Daniel Rojas en el Ministerio de Educación. Cuando se daba por descontado que llegaría el viceministro Óscar Sánchez, muy respetado en el sector, profesional competente y prudente, llegó Rojas, actual presidente de la Sociedad de Activos Especiales. Su total falta de experiencia, y la grosería y procacidad de sus intervenciones en las redes sociales encendieron las alarmas; sin duda es un cruzado petrista, un radical. Es un mal nombramiento. De alguna manera, como Uribe tuvo a Andrés Felipe Arias “Uribito”, Petro tiene a Daniel Rojas “El Rojo”.

Hay que leer las señales y síntomas de un gobierno, como lo hace un buen médico, hacer semiología. El conjunto total de señales y síntomas del Gobierno Petro nos revelan que todo seguirá entre el sobresalto y la estabilidad; entre la personalidad narcisista de Petro, su caos personal por un lado, y un complejo aparato de gobierno, Estado y sociedad por el otro lado que hasta ahora ha conservado el equilibrio, y que con seguridad lo seguirá haciendo hasta el 7 de agosto de 2026.