En los años 70 del siglo pasado hubo un ‘loco’ que divirtió al país entero: Gustavo ‘El Loko’ Quintero. Fue un ícono de la música popular bailable y estuvo presente, y sigue estando, en todas las fiestas de diciembre. ‘Don Goyo’ y ‘Así fue como empezaron papá y mamá’ siguen sonando todas las navidades.
50 años después el país entero ve todos los días en televisión a otro loco: Gustavo Petro. El problema es que este último es el presidente de la República.
Y si bien ninguna de las predicciones catastróficas que ha hecho la extrema derecha de este país se va a cumplir: Petro no se quedará más allá del 7 de agosto de 2026, no nos volveremos Venezuela, la economía no se derrumbará hasta niveles de tragedia; e incluso, el proyecto político de Petro tiene un chance muy bajo de ganar las próximas elecciones presidenciales, así y todo, Petro es un peligro para la Nación.
El problema es la persona de Petro, que hasta ahora ha estado contenido por el tejido institucional del Estado colombiano, el cual ha demostrado, a pesar de los problemas que tiene, una buena calidad.
Y el problema también es la evolución de Petro, pues con el paso del tiempo su delirio ha ido creciendo, su narcisismo enfermo se ha ido agravando, y su mente cada vez está más caótica.
La manera como manejó el tema de la repatriación de deportados desde los Estados Unidos demostró el peligro que sus actuaciones tienen para el país. El no dimensionar el poder destructivo de Trump demuestra que no está anclado en la realidad.
Solo la reacción oportuna de funcionarios de su Gobierno, y de actores de la sociedad civil, evitó un desastre económico para el país, habríamos caído en una crisis económica brutal por cuenta de su trino a las 3.00 a.m.
El último consejo de ministros de la semana pasada, que fue televisado por primera vez en la historia, fue la confirmación de la naturaleza del presidente y su Gobierno. A su vez, fue una caja de pandora que al abrirse generó un quiebre en el mandato de Petro, lo cambia todo para el año y medio que viene. Esta reunión duró 6 horas, de las cuales Petro habló 4, una locura.
Y como siempre, discurrió por lo divino y lo humano, habló de todo lo posible, con esa postura del que todo lo sabe, pretendiendo un conocimiento enciclopédico, y que tiene soluciones para todo, soluciones sencillas y fácilmente ejecutables.
Petro confunde la palabra con la cosa, con los hechos, cree que hablar y hablar y dar instrucciones a sus ministros ya es suficiente para que los cambios se den. Y después de sus órdenes se olvida del tema para seguir con otros circunloquios y monólogos aquí y allá.
La mente enferma de Petro y su vida totalmente desordenada son el principal riesgo que tienen el país, el Gobierno y la política. La tarea de las otras ramas del Estado, incluso de los funcionarios sensatos del ejecutivo, es contener la capacidad de daño del presidente.
Una nota final, el Gobierno solo puede pasar sus reformas en el Congreso comprando congresistas, pero no la tiene nada fácil, después del consejo de ministros su lastre es grande.