Durante la Quinta Cruzada, San Francisco de Asís y sus compañeros aprovecharon una tregua entre cristianos y musulmanes para viajar desde Acre hasta Damietta, donde predicaron el Evangelio. En junio de 1219 visitaron el palacete del Sultán al-Kamil, quien, sorprendido pero cortés, les recibió. Impresionado por la paz y devoción de Francisco, el Sultán preguntó por qué los cristianos predicaban amor, pero hacían la guerra. Francisco, con lágrimas en los ojos, respondió: “Porque el amor no es amado”.
El Sultán quedó tan impactado que comentó: “Si todos los cristianos fueran como él, sería muy fácil ser cristiano”. Este encuentro condujo a una paz temporal que duró dos años, y más tarde se pactó una tregua de ocho años, después de una inundación del Nilo. Desde entonces, los seguidores de Francisco han custodiado los Santos Lugares, representando la presencia cristiana en Tierra Santa durante más de 700 años. La figura de San Francisco ejemplifica valores fundamentales de convivencia humana, como la apertura hacia el otro, la valoración de la diversidad y el diálogo cultural. A través de su encuentro con el Sultán, no solo mostró respeto por la fe y la cultura musulmana, sino que también buscó establecer un puente de comunicación basado en el amor y la paz, más allá de las diferencias religiosas y culturales. Aunque no promulgó la concepción teórica moderna de la convivencia multicultural, vivió y practicó hace ocho siglos un profundo sentido de armonía entre diferentes perspectivas y creencias.
Su humanidad y espíritu fraterno le permitieron dialogar y vivir cotidianamente con aquellos diferentes, pero unidos por su humanidad común. Esta actitud, altamente valorada en su tiempo, sigue siendo relevante en el mundo contemporáneo, caracterizado por una diversidad innegable, pero a menudo mal atendida, dando lugar a formas de discriminación, racismo y exclusión que socavan la dignidad humana. El ejemplo de Francisco subraya la urgente necesidad de promover un diálogo respetuoso y solidario entre culturas, fundamental para construir sociedades inclusivas y justas.
Con más de ocho siglos de experiencia práctica y respaldada por un enfoque ético y empático, la enseñanza del Santo de Asís invita a reflexionar sobre cómo integrar y valorar las diversas tradiciones, saberes y perspectivas en la educación y la sociedad. Su legado ofrece orientación para tomar decisiones informadas que promuevan una inclusión auténtica y avancen hacia una convivencia más equitativa; al seguir este ejemplo de interacción respetuosa con personas de diferentes orígenes y contextos, se aprende a vivir y a abrazar la diversidad como una expresión del ideal de fraternidad universal.
Este ejemplo llama a la acción educativa cotidiana, instándonos a cultivar un entorno escolar en el que se fomente activamente el respeto, la comprensión y la valoración de la diversidad. Promover la convivencia pacífica y el diálogo intercultural no solo es importante para construir una sociedad más inclusiva y justa, sino también para preparar a las generaciones futuras para enfrentar los desafíos globales con empatía y colaboración. Así, inspirados por el proceder de un hombre ejemplar, podemos avanzar hacia un mundo donde cada individuo sea reconocido y valorado por su identidad única como objetivo principal de la educación actual.