Pocas cosas traen más esperanza a un país que un nuevo gobierno, Panamá está en su luna de miel. Con 33,8% de los sufragios, José Raúl Mulino fue electo en mayo como presidente de la hermana república. Con una campaña marcada por la amenaza de intromisión de la rama judicial, a varios candidatos de su partido, incluyendo el expresidente Ricardo Martinelli, no se les permitió participar, es una victoria contundente para estándares del istmo. El mandato para recuperar el crecimiento económico es claro. Mulino llega aprendido, siendo magistrado suplente de la Corte Suprema; se destacó como canciller, mindefensa y mininterior. Sería útil que en Colombia el mincomercio, canciller y minminas empezaran una conversación pragmática con Panamá.
Esta nueva conversación tiene que enmarcarse en la nueva realidad migratoria. La red criminal del Tren de Aragua con el Clan del Golfo que manejan el tráfico de personas hacia EE.UU., enrarecen el ambiente. Desde septiembre están entrando más venezolanos (50.000) ilegalmente a EE.UU. que mexicanos (30.000). Si Colombia colabora activamente en este problema, haría mucho para mejorar la relación con Panamá y especialmente con EE.UU. Gracias a la gira de la vicepresidenta por áfrica, la Cancillería tomó la decisión de eliminar visas de tránsito a 9 países del continente, 4 del medio oriente y Cuba. Esta medida diversificó la actividad criminal, ampliando la red de tráfico más allá de Venezuela, donde cobran entre 8 y 10 mil dólares por migrante hacia EE.UU. A El Dorado pueden estar llegando entre 100 y 300 migrantes africanos diariamente.
Con este panorama, la eterna carretera panamericana no es posible, pero sí la interconexión energética, que tendría un trazado por el mar en vez de por la selva, pero también permitiría la mejor conectividad en telecomunicaciones. Saliendo de las dificultades de El Niño, Colombia tiene un inmenso potencial de energía que podría ayudar a Panamá a bajar costos, confiabilidad, y huella de carbono. Sobra decir que Panamá para nosotros es la entrada a todo el mercado centro americano de energía.
Adicionalmente, dadas las equivocadas políticas tributarias de Colombia de los últimos 20 años, el flujo de colombianos emigrando a Panamá está disparado. No es solo que los migrantes busquen mejor empleo, se estima que casi 100 mil colombianos ya son residentes fiscales en Panamá. En esta migración se van nuestros connacionales de más altos ingresos, así como multilatinas que operan en múltiples países. Sin voluntad de resolver la anticompetitividad del estatuto tributario colombiano, se debe trabajar en el marco de esta nueva realidad. Tratados sobre integración económica que faciliten el comercio, protección a la inversión, doble tributación, validación de títulos académicos, entre muchos, deberían estar sobre la mesa.
Con el nuevo presidente de Panamá también puede haber esperanza para Colombia. El anuncio del cierre de frontera no se puede entender como una ofensa a Colombia, sino, como dice Mulino, “la frontera de EE.UU. en vez de estar en Texas se corrió a Panamá”. Los tres países deben trabajar juntos, no solo para afrontar esta crisis humanitaria sino en generar prosperidad compartida.