Hay libros que son bendecidos o maldecidos por la afirmación que pueda hacer una figura pública, como un cantante, un político mesiánico o un poderoso clan regional. Por ejemplo, la negación de la editorial Planeta de publicar La Costa Nostra, de Laura Ardila, encendió la curiosidad por, simplemente, comprarlo y, de algunos, de leerlo. El País de España cuenta que Hugo Chávez le regaló un ejemplar de las Venas abiertas de América Latina a Obama y “en esa ocasión, la obra saltó de la posición 60.280 de la lista de los títulos más vendidos de la web Amazon.es a la décima posición”.

Pero no solo las recomendaciones de Chávez hicieron atractivo para muchos lectores esa obra publicada en 1971 y que amplios círculos desprecian, pero que ha moldeado los recuerdos de los colombianos sobre su pasado fundacional. La antropóloga e historiadora Carmen Bernard considera que “Eduardo Galeano no es historiador, sino escritor y lo que aquí importa es saber por qué miles de lectores se identificaron con un texto que puede parecernos cargado de tintas y discutible”, pero quizás la respuesta se halle en otra parte.

Su obra coincidió con el auge de la Teoría de la dependencia, que se podría sintetizar con la frase muy emocional del poeta y escritor Galeano de que “La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder. Nuestra comarca del mundo, que hoy llamamos América Latina, fue precoz: se especializó en perder desde los remotos tiempos”. La apuesta de las economías latinoamericanas que tanto criticó Eduardo Galeano consistía en “reducir” el crecimiento económico a la venta de materias primas como oro, petróleo, productos agrícolas.

Los intelectuales de la Teoría de la dependencia consideraron que la independencia no significó cambios profundos, sino simples continuidades, “unos dueños por otros”. Podría decir Petro, en su visión sobre la “herencia colonial”, ¿cómo pudo haber Independencia, si la pobreza de las grandes mayorías son terribles? Es decir, “el presentismo asfixiaba cualquier análisis histórico y por lo tanto se lanzó una lápida sobre la manera de conmemorar el pasado”, escribe Manuel Chust en La patria no se hizo sola.

Pero volviendo a los libros, a propósito del esfuerzo de la Universidad de Caldas, de los intelectuales y de algunos profesores de la ciudad en la organización de la XV Feria del Libro, hace poco me enteré de una vieja noticia: la emblemática Livraria Cultura de Sao Paulo fue cerrada por falta de lectores y de enormes deudas. ¿Qué le podría esperar a las de Colombia si no entusiasmamos a los jóvenes a ver el mundo a través de los libros? Vale recordar que aquel movimiento intelectual y universitario de profesores de la mencionada teoría como Andre Gunder Frank, Fernando Henrique Cardoso, Theotônio dos Santos “y otros llegaron a audiencias de toda la región, haciendo de la noción de dependencia un paradigma para las ciencias sociales” y nos dejaron un gran entusiasmo por los libros.