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No existe sistema ideal para mantener a la Rama Judicial alejada de los devaneos electorales. Todo sistema que se imponga es vulnerable y puede ser afectado por los deseos de algunos de mostrar su poderío. Durante años operó en Colombia el sistema de cooptación para los cargos en las altas cortes y tribunales, que terminó por privilegiar unas élites, algo que tampoco garantiza un resultado idóneo. Los jueces saben que una vez elegidos no tienen por qué demostrar en sus decisiones la gratitud con sus electores, sean quienes fueran.
Durante el encuentro de la Jurisdicción Constitucional que se realizó en su edición 19 en Manizales, en septiembre pasado, hubo una sesión plenaria abierta al público y se permitió a estudiantes de las facultades de Derecho de Manizales presentar algunas preguntas. Una de ellas tuvo que ver con el sistema de elección de los magistrados y cuál sería el ideal, a lo que varios de los jueces constitucionales respondieron con una cita de Robert Badinte, sobre el deber de ingratitud que tienen los jueces frente a sus electores. ¿Por qué traemos a colación este asunto?, por lo que acaba de suceder con la designación de Miguel Polo Rosero como nuevo magistrado precisamente del máximo tribunal salvaguarda de la Carta Magna.
Esta idea plantea que un juez debe no solo conocer de los asuntos para los que se les nombra, sino que deberá olvidarse de quienes lo llevaron al cargo, para poder ejercer con una verdadera independencia; algo que no resulta tan fácil de lograr, pues la gratitud es un elemento humano bastante valorado. No obstante, este principio es fundamental para preservar las instituciones y su autonomía, sobre todo en países como los nuestros en los que la politización de todo obliga a que muchos asuntos se tengan que resolver por la vía jurisdiccional.
Lo que queda por hacer en estos casos, es confiar en que las personas que asuman cargos jurisdiccionales o de control asuman con valor democrático su papel y basen sus decisiones en derecho y no en ideologías o sentimientos de gratitud o de animadversión. Sabemos que esto no se logra siempre, pero no por eso podemos dejar de confiar en que así debe ser. Sería importante, como lo piden muchos conocedores, que se hiciera la elección de forma más pública, para entender mejor el porqué de las decisiones y cuál es la razón para que en este caso concreto, el presidente de la República se cobre como triunfo suyo la llegada del nuevo magistrado de la Corte.


No hay relación directa de Polo Rosero con la entraña del progresismo, pero su elección fue celebrada como un gran triunfo por el presidente Petro, así haya llegado de la terna presentada por el Consejo de Estado. Los cálculos que hacen en el Congreso es que al perder Claudia Dangond, la candidata para magistrada de la centro-derecha, el presidente queda con la posibilidad de tener el próximo año mayorías en la Corte Constitucional con cinco magistrados con posturas progresistas de lado del Gobierno. Ojalá estos sean temores infundados de los sectores políticos, y los magistrados actuales y los que vendrán el próximo año sigan actuando apegados al ejercicio del derecho constitucional, no bajo los criterios de algún color político.