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Ponerse de pie, como se aplauden las excelentes obras, es lo mínimo que se merecen el Ejército Nacional y sus batallones de Desminado Humanitario, que con su encomiable labor permitieron declarar oficialmente a Caldas como un departamento más de Colombia, el noveno, libre de minas antipersonal. El agradecimiento es para los valientes militares que trabajan a diario, aunque expongan sus propias vidas, detectando áreas con posibles afectaciones de minas y despejándolas de esos artefactos que han instalado grupos armados ilegales en contra de las Fuerzas Militares y de las comunidades.

En Caldas, según informe que publicó LA PATRIA, fueron 542 objetos destruidos desde el 2010 y lograron identificar y despejar 1 millón 468 mil 264 metros cuadrados que estaban contaminados de explosivos o con sospechas. Lamentablemente de esta oscura historia nacional que han construido los violentos, quedan víctimas en 15 de los 27 municipios de Caldas, donde hubo antecedentes de incidentes y el miedo prevaleció en las zonas rurales hasta que pudo llegar el Ejército, o donde sí se comprobó su existencia y se presentaron lamentables accidentes con afectaciones a soldados y pobladores.

Samaná, en especial, recupera parte de la seguridad porque solo allí el Ejército destruyó 511 artefactos explosivos durante este tiempo. Quiere decir que es una zona a la que le han apuntado los grupos ilegales y sobre ella y otros municipios del oriente caldense todas las autoridades deben seguir muy atentas para impedir que se vuelvan a tomar los campos. Este tipo de elementos se diseñan exclusivamente para que exploten y causen la muerte o por lo menos graves heridas a las víctimas con solo pisarlos o tocarlos. Se dice que son “sembrados” en la tierra porque se dejan enterrados a poca profundidad y se activan con presiones de peso muy bajas.

Caldas queda con lamentables casos para recordar: 174 víctimas, 94 en Samaná, y 14 que perdieron la vida. Estremeció la muerte de Yilmar José López Rondón en el 2009, cuando a sus 10 años pisó una mina antipersonal mientras jugaba con sus hermanitos en el patio de la casa, en la vereda La Cumbre, de Florencia (Samaná). El explosivo le destrozó el antebrazo derecho, los genitales y las piernas. Además hay muchos otros casos de mutilaciones que son evidencia de la maldad de estos actos que acaban con los proyectos de vida de las personas.

Gratitud inmensa al Ejército Nacional por devolverle la tranquilidad a 623 mil 80 personas en Caldas, por formar a las comunidades sobre el riesgo de las minas antipersonal, por permitirles a los niños jugar libres en los campos y acudir a las escuelas, por abrir caminos para que las poblaciones rurales se desplacen sin miedos ni contratiempos a ejercer sus actividades cotidianas, por despejar los alrededores de acueductos rurales para que el agua fluya, por sembrar árboles nativos en donde hubo minas para fortalecer los ecosistemas. Dos datos para entender rápidamente lo que pasa con las minas antipersonal: instalar una puede tardar dos minutos; erradicarla, horas, días o hasta semanas; ubicarla cuesta unos 3 dólares, y quitarla, entre 500 y 600 dólares. No es nada sencillo, por eso muchas gracias Ejército Nacional.