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Históricamente las palomas han sido parte de símbolos universales: de alianza, tras el diluvio; de religiosidad, en representación divina; de paz, en Colombia, y mensajeras para muchas culturas. Más allá de la representación que se le quieran atribuir, la realidad es que la presencia de palomas se convirtió en un problema de salud pública y para la conservación de la infraestructura. Muchas personas han querido restarle trascendencia a la situación y se niegan a tomar medidas sobre la presencia indiscriminada de estas aves, relacionada especialmente con la alimentación artificial.
Desde el 2013, profesionales de la Secretaría de Salud de Manizales indicaron en un documento técnico que las palomas son animales transmisores de más de 60 enfermedades contagiosas, 4 de ellas peligrosas para la salud de los humanos. Histoplasmosis, hongo que abunda en los excrementos secos de las aves que afecta las vías respiratorias. Candidiasis, infección en forma de hongo que afecta piel, boca, sistema respiratorio, intestinos y aparato urogenital. Cryptococcosis, infección causada por un fermento que se alberga en el aparato intestinal de las palomas, comienza como afección pulmonar y puede terminar dañando el sistema nervioso central. Salmonellosis, bacteria que se encuentra en excrementos de aves y al secarse se vuelve polvo que puede ser movilizado por el viento contaminando alimentos, cocinas y otras áreas de las construcciones.
Las palomas, indica Óscar Ospina, del área de Biodiversidad de Corpocaldas, son una especie que no es originaria de Colombia, es exótica y doméstica, debe estar bajo el control del hombre. Tienen tasas reproductivas muy elevadas, sus poblaciones crecen rápido y sin control entrando a competir por comida, refugio y sitios en los que se posan con aves nativas, impactando el ecosistema porque disminuyen el volumen de otras aves. Su recomendación es que las palomas deben vivir en cautiverio, en sitios en los que el humano controle la reproducción y evite impactos negativos con muy buenas prácticas de limpieza. Ospina reitera que las palomas no deben estar libres en ningún entorno, ni urbano ni rural.
Por eso bienvenida la campaña que inició la Secretaría de Medio Ambiente de Manizales con la Policía invitando a no alimentar a las palomas, porque hacerlo impide que migren y promueve que se asienten en construcciones y espacios que resultan afectados con el excremento y con los nidos. Muchos edificios que son patrimonio cultural de la ciudad han tenido fuertes deterioros porque el excremento genera una reacción química y actúa como corrosivo. El objetivo no es promover la eliminación, es buscar que el humano no siga alimentando las palomas con maíz, y otros productos que no son para su especie.

Manizales no es la única ciudad que sufre este problema, hay muchas otras en Colombia y en el mundo. Venecia llegó a reportar que por cada veneciano había 1,8 palomas, y como también pasa aquí, concentradas en parques, plazas, calles, dotación urbana, ventanas de edificios, redes de energía eléctrica. Finalizando los años 90 emitió una ley prohibiendo alimentar a estas aves en toda la ciudad y para el 2008 prohibió además la venta de maíz para alimentarlas. Eso quiere decir que son procesos lentos, pero hay que iniciarlos. La presencia de palomas hay que cuantificarla, además de causar enfermedades a los seres humanos, también hay que empezar a establecer el costo por el daño a las infraestructuras.