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El Gobierno de Gustavo Petro está a punto de llegar a la mitad del periodo, y los gobiernos locales y departamentales están cumpliendo sus primeros seis meses de mandato. Por tiempo, no se podrían comparar, pero todos entraron en procesos de evaluación de sus equipos para establecer con quiénes continúan; Petro, para los dos años que le quedan y se consideran el inicio de su recta final, y muchos alcaldes y gobernadores porque requieren gabinetes lo suficientemente capacitados como para que los lleven a cumplir lo prometido en sus planes. Craso error si persisten en mantener funcionarios que no llenan las expectativas, difícilmente lo harán más adelante.
La directriz en Presidencia es que ministros, directores de departamentos y jefes de entidades nacionales deben reportar semanalmente los avances de ejecución del presupuesto, lo que tanto le han pedido los gremios y la sociedad civil como inicio de una reactivación económica del país. Sin embargo, esto ocurre justo cuando también se da la orden de recortar el Presupuesto General de la Nación en por lo menos $20 billones, debido al bajo recaudo tributario nacional. Por eso no se entiende que el presidente quiera mantener a su equipo económico, como lo ha dicho, en cabeza del ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, que en parte es responsable de lo que viene ocurriendo.
El presidente también debería contemplar que buena parte de los que lo rodean han incurrido en gravísimos errores administrativos, con las consecuencias que conocemos en el país en salud, educación, defensa, justicia, interiores, transporte, agricultura, gestión del riesgo; que con sus actuaciones no han permitido levantar la imagen negativa que se tiene del Gobierno, y han contribuido es a deteriorarla. Debería hacer un revolcón y escoger nuevos profesionales capaces de hacer acuerdos, de gestionar, de llegar a donde el Estado aún no entra, y sobre todo de ejecutar, que es el gran pecado de este mandato.
En ese mismo error empiezan a caer alcaldes y gobernadores con algunos integrantes de sus equipos de gobierno. Si desde ya no detectan las falencias y proceden a corregirlas, mientras se pueda, o a prescindir de los servicios de quien no esté alineado con las administraciones, más adelante bien difícil será cumplir las metas y los objetivos, como les ha ocurrido a muchos gobernantes. Así existan compromisos políticos, los mandatarios deben anteponer siempre el bienestar de sus municipios y departamentos y en ese sentido gobernar con quienes le aporten de verdad a este fin, no con los que sean un palo en la rueda y retrasan procesos.

Cuatro años de gobierno son muy poco tiempo. Luego del primero, considerado de acomodamiento y de ajustes, el tiempo que sigue se va volviendo en contra de lo que no está planeado y manejado adecuadamente. El alcalde de Manizales, Jorge Eduardo Rojas; el gobernador de Caldas, Henry Gutiérrez, y muchos otros alcaldes del departamento deben tener presente que los buenos gobiernos se recuerdan es por sus obras, por resolver problemas, por mejorar condiciones de vida, por traer desarrollo a los territorios, por cumplir sagradamente con el buen manejo de lo público. Lo contrario, ya sabemos cómo se recuerda.