Los pescadores en La Dorada enfrentan desafíos diarios.

Fotos | Freddy Arango | LA PATRIA

Los pescadores en La Dorada enfrentan desafíos diarios. La creciente del río Magdalena y el cambio climático afectan su actividad con la escasez de pescado y aumento de precios.

Alirio Díaz, pescador de La Dorada, se levanta a las 2:00 a.m. para comenzar su jornada. A las 3:00 a.m., ya está sacando pescado y preparándolo para la venta.

Sin embargo, este año ha sido especialmente complicado. “Hoy vendí $110 mil de pescado como Pujón, nicuro y capacito, pero me gasto $40 mil en combustible más lo de la comida”, comenta.

En tiempos normales, un bagre de 18 libras era un buen día de trabajo; hoy en día, representa una lotería.

Los meses de noviembre y diciembre son tradicionalmente difíciles para los pescadores. Este año se agravan por el crecimiento descontrolado de los ríos. “No hay pescado”, lamenta Alirio. Antes podía llenar su lancha con facilidad, ahora la creciente ha eliminado los caños donde solía encontrar su captura.

Adaptándose a las nuevas condiciones, Alirio ha cambiado sus técnicas: “Salgo con atarraya y anzuelos. En invierno es mejor usar anzuelos porque la atarraya se enreda”. Conseguir carnada se ha vuelto un reto mayor, debido al aumento del caudal por las lluvias.

La competencia entre pescadores se intensifica: “Se pelea todo el mundo por lo que llega. Los precios han subido; yo vendía yunta de nicuro a $15 mil y ahora vale $25 mil o $30 mil”, concluye Díaz.

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La Oficina de Gestión del Riesgo de La Dorada reportó que el río Magdalena alcanzó un nivel de 4,0 m el jueves a las 7:23 a.m., con tendencia al aumento. En verano, el nivel es inferior a 3,0 m.

Nubia es una comerciante con 50 años en la plaza del puerto de pescadores de La Dorada, ofreciendo variedades como bagre y sardinata.

“Por la escasez ahora se vende todo; nadie recatea”, expresa Alirio Díaz sobre la dura realidad que enfrentan los pescadores.

En respuesta al aumento del nivel del río Magdalena, se realizan labores de perifoneo en zonas ribereñas vulnerables.

Rocío Obando, dueña de un restaurante en el puerto, señala que comprar pescado directamente a los pescadores es cada vez más difícil, debido al control de las cooperativas.

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