Foto | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA
Manuel Galindo con su nuevo libro de crónicas, anécdotas y artículos, escrito a sus 89 años de edad.
LA PATRIA | Manizales
José Manuel Galindo Alarcón es un viejo sabio de la tribu estudiado en la universidad de la vida, como él mismo se reconoce. Acaba de publicar Jardín de mi Memoria - Crónicas y Recuerdos.
Es su segundo libro, después de haber escrito una especie de genealogía de Los Duques de Sanda, los mismos que hicieron historia en el corregimiento de San Daniel y en Pensilvania.
Se trata de un caldense que ha trasegado mucho y un buen lector de LA PATRIA, a la que envía sus colaboraciones de manera habitual. Hablamos con él de varios aspectos, porque este libro es anecdótico e histórico.
La suerte quiso que Manuel Galindo tuviera episodios de su vida que se cruzan con personajes históricos. Como funcionario judicial tuvo en sus manos el expediente contra el supuesto asesino de Jorge Eliécer Gaitán, de lo que escribió un artículo de sugestivo título: Juan Roa Sierra, inocente.
Asimismo, asegura, porque estuvo en los operativos contra las Farc, que conoció un documento en el que la creación de esta agrupación data de 1955 y no de 1964 como siempre se ha establecido. Estas y muchas otras historias se narran en este documento. Por eso hablamos con él.
¿Por qué escribir estas memorias, estos recuerdos? ¿Qué lo motivó?
Fernando, me motivó en primer lugar, la frase del cubano José Martí, que dijo que para trascender, una persona en el mundo debería hacer tres cosas: Sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Entonces, a raíz de eso, esa idea se sembró en mi mente desde mi más tierna niñez. Y la fui alimentando. Y como trabajé mucho tiempo en la Rama Judicial, donde me ocupé de leer y de escribir todo el tiempo, entonces ya cuando me pensioné, me provocó dejar plasmadas mis memorias y mis recuerdos en algún libro para que la posteridad y para que los hijos y los descendientes conozcan quién fue su predecesor.
Esto al final es historia. Son crónicas, pero son historias que recogen su vida en San Daniel, en Pensilvania, en Manizales, en otras latitudes.
Sí, desde luego, porque ahí hay muchas crónicas y muchos pensamientos, muchas memorias. Hay historia… historia patria, cuestiones sobre Bolívar... También tengo una crónica sobre la vida de Tirofijo en sus comienzos en el sur del Tolima, donde yo estuve prestando servicio militar y me correspondió ahí enfrentar esas guerrillas. También tengo una cantidad de datos sobre eso, datos que son históricos, como por ejemplo la creación de la Farc no en 1964, sino en 1955.
Usted me contaba ahora de un paseo a caballo que hicieron hace como 20 años de Manizales a Pensilvania. ¿Qué les dice a las personas hoy que les dicen no a las cabalgatas?
He sido un defensor permanente de las cabalgatas, no del maltrato a los caballos, de las cabalgatas, porque esa es una recreación que satisface a todo el mundo, inclusive a los niños. Más que todo a los niños. Desde mi niñez siempre monté a caballo. Ya en mi época, después de la jubilación, estuve dedicado 20 años a manejar caballos. Cualquier día tuvimos la idea, dos hijos míos, Darío y Jorge Édgar, con otros dos amigos de hacer un viaje a Pensilvania a caballo, por donde habían transitado antiguamente los habitantes de Pensilvania para venir a la capital. Y nos fuimos un día cualquiera, ensillamos los caballos, nos llevamos todas las provisiones necesarias y emprendimos el viaje.
¿Cuántos días se tomaron?
La primera etapa fue a Cementos Caldas. Seguimos, almorzamos en La Cristalina, llegamos a una hacienda que se llama Ayacucho, allá nos atendieron muy bien, seguimos el camino, cruzamos la cordillera allá y bajamos a una hacienda donde nos alojamos. Pasamos por el sitio de Hojas Anchas, donde antiguamente dizque asustaban a los viajeros. Pasamos a Marulanda, pernoctamos en Marulanda, donde el señor alcalde nos atendió muy bien, y muchos amigos allá. Al día siguiente reemprendimos la marcha y llegamos a Pensilvania, pero desafortunadamente por la atención de un vecino que nos llamó a ofrecernos un refrigerio, de buena fe nos encaminó por donde no deberíamos haber seguido. Deberíamos haber seguido el camino real antiguo y nos fuimos por un desecho, por un camino nuevo, pero que no conocíamos. Ya de noche nos perdimos en esa selva de los señores Escobar, en esas arborizaciones y estuvimos perdidos como de las seis de la tarde, que ya oscureció allá. Por ahí hasta las ocho y media de la noche ya habíamos decidido pernoctar, no llevábamos nada, nada, únicamente el vestido.
Pero salieron.
De pronto pensé que eso era imposible. Entonces salí, escuché el ladrido de unos perros y me orienté, volví por los compañeros y logramos llegar a ese sitio donde un señor salió y nos informó por dónde podíamos llegar al pueblo. Y así fue como llegamos. ya iba una comisión de bomberos y de amigos a buscarnos, porque sabían que íbamos. Y nos los encontramos ahí en la entrada ya de Pensilvania. Nos atendieron a las mil maravillas, seguimos en la parranda, en la fiesta, mandamos los caballos a descansar y nos dieron caballos nuevos. Y nosotros seguimos montando caballos anoche.
Lea local: ¿dónde comprar el libro?
El libro se puede conseguir en la Alta Suiza (Manizales), en la calle 74 #19-51, en la papelería de Sebastián Molina. O directamente con el autor, en el teléfono celular 300 6531860.
¿Quién es Manuel Galindo?
José Manuel Galindo Escobar nació en Caparrapí (Cundinamarca) en 1935. Exiliado de su tierra por la violencia política, cuando era un niño llegó con su familia a Samaná y ya en su juventud se afincó en Pensilvania, su segunda patria. Se inició como empleado público en San Daniel en la secretaría de la Inspección de Policía. Entró a la carrera judicial en Pensilvania en calidad de secretario de un Juzgado Penal, continuó su carrera en el Tribunal Superior de Manizales, donde laboró por 20 años como auxiliar de Fiscalía y de Magistratura, además de secretario de la Sala Penal.
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