La Navidad da sus primeras pinceladas. Las novenas se inician este lunes (16 de noviembre) y el Taller de Belén, en Villamaría, es un aliado del espíritu festivo. Inspiradas en el arte quiteño, madre e hija elaboran pesebres según los gustos de los clientes.

Fotos | Luis Fernando Trejos | LA PATRIA

La Navidad da sus primeras pinceladas. Las novenas se inician este lunes (16 de noviembre) y el Taller de Belén, en Villamaría, es un aliado del espíritu festivo. Inspiradas en el arte quiteño, madre e hija elaboran pesebres según los gustos de los clientes.

 

Autor

LEIDY TATIANA CEBALLOS

LA PATRIA | Manizales

En una loma del Parque Residencial Calamar del barrio Turín, en Villamaría, hay una casa que se distingue por un letrero que cuelga sobre su fachada: Taller de Belén. A simple vista, parece una vivienda más, pero al cruzar su umbral se descubre un mundo de figuras, colores y tradiciones que emergen de las manos de dos mujeres: Flor Marina Aristizábal, de 67 años, y su hija Claudia Marcela Cardona, de 46. Ambas caldenses dan vida a lo que comenzó como un pasatiempo y hoy es una fuente de ingresos.

Flor Marina, oriunda de Florencia, corregimiento de Samaná, y criada en Manizales, lleva en la piel el peso de los años y la experiencia de cada pesebre que ha hecho. Claudia Marcela, nacida en la capital de Caldas, creció rodeada de herramientas, pinceles y figuras que la conectaron con la Navidad y con un oficio que han perfeccionado juntas. En el taller, madre e hija dan rienda suelta a sus manualidades, inspiradas en el arte quiteño.

Claudia Marcela Cardona junto a su mamá inició su negocio de pesebres con una inversión de 500 mil pesos, transformando su creatividad en una fuente de sustento y tradición.

La casa alberga un taller que se ha ido expandiendo en volumen y en reputación. En cada rincón se ven figuras navideñas: desde los muñecos de nieve hasta Papás Noel. Las dos mujeres transforman materiales rústicos en obras que parecen cobrar vida propia. Se les escucha hablar de la magia de la Navidad, no como algo que llega en diciembre, sino como algo que ellas crean y esperan durante todo el año.

“La idea comenzó porque teníamos que desarmar y armar el pesebre cada año. Un día pensamos: '¿Por qué no hacer algo que quede para siempre?' ", relata Claudia Marcela. Así surgió, hace seis años, el negocio Taller de Belén.

“Al principio le vendíamos la idea a la familia. Fue la primera en comprarnos”, explica la hija, mientras recuerda que la alegría de cada nueva venta no solo se medía en dinero, sino en la satisfacción de que el trabajo llegara a otros hogares.

Las ventas cruzaron la frontera familiar y, en cuestión de pocos años, el taller se hizo conocido gracias a los clientes. No hubo necesidad de invertir en publicidad ni de hacer grandes campañas para atraer clientes. “El voz a voz nos ha ayudado a llegar hasta aquí”, comenta Claudia mientras le da los últimos toques de pintura a una figura. Cada Navidad, su taller se llena de pedidos y llegan más compradores cada año.

 

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Destreza adquirida

La pequeña casa ha sido testigo de largas jornadas de trabajo. Los materiales se encuentran repartidos entre el comedor y la sala. En algunos rincones, las maquetas terminadas esperan ser entregadas a sus nuevos dueños. El reducido espacio no es un impedimento para que madre e hija exhiban sus obras en cada rincón.

El arte que elaboran no es fácil ni rápido, pero Flor Marina y Claudia Marcela no sienten el tiempo en la elaboración de cada pieza. Las maquetas son hechas con materiales como icopor, cemento y yeso. El esfuerzo toma, al menos, dos días.

Flor Marina, encargada de las estructuras, puede elaborar hasta cuatro maquetas al día, gracias a la destreza adquirida con los años. “Eso es ligerito, ya soy experta”, dice, con una mezcla de orgullo y humildad. Cada figura que sale de sus manos es una pieza única, moldeada para garantizar su durabilidad y belleza.

Los colores que adornan el taller son los mismos que adornan la Navidad: verde, rojo y dorado. El árbol de Navidad que se erige en la esquina de la sala, con una estrella que casi toca el techo, y las medias colgadas en la chimenea son hechos a mano, como toda la decoración.

Claudia Marcela se siente especialmente orgullosa de los "chiros" de Papá Noel, colgados en la ventana. “Nos gusta lo rústico”, cuenta durante el arreglo de una prenda. La decoración de la casa está casi terminada, pero siempre hay algo más por hacer. Los momentos libres son en oportunidades para crear.

Flor Marina Aristizábal ofrece pesebres para todos los gustos, desde los más pequeños hasta los más grandes, con precios que van desde 35 mil hasta 500 mil pesos.

 

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Detrás del arte

El método para pintar las figuras es especial. Claudia Marcela les da color a las piezas, aplicando una técnica de brocha seca que le permite crear un acabado que parece natural y desgastado. “Es mi parte favorita”, relata a la vez que añade toques finales a la choza de un pesebre. El proceso de creación no se limita al taller. También salen a buscar materiales. “Nos vamos a buscar las piñas en el Alto del Guamo. También recolectamos palitos, costales… lo que la naturaleza nos da”, explica Claudia, como si todo lo que hacen estuviera ligado a la tierra que las rodea.

Desde que abrieron su cuenta en Instagram hace dos años, el taller ha ganado visibilidad. Han fidelizado a 40 clientes y, desde septiembre, cuando comenzaron a trabajar en las maquetas de este año, han vendido 60 pesebres. Los precios varían según el tamaño y los materiales, pero el trabajo es siempre el mismo: cada figura que sale de sus manos es una obra impregnada por el amor al arte.

Al caer la noche, cuando el último pesebre está listo y las últimas pinceladas se han dado, madre e hija se sientan a disfrutar de un café caliente con galletas saladas. El trabajo del día se termina, pero el espíritu de la Navidad sigue vivo. “Madrugo a prender el árbol. Me encantan las luces”, dice Claudia Marcela con una sonrisa. Su madre, sin perder la oportunidad de burlarse cariñosamente, responde: “Ella es muy fiebre”. Es una broma que se repite cada diciembre, un recordatorio de lo que significa este tiempo.

La Navidad en la casa de Flor Marina y Claudia Marcela es una tradición tejida por recuerdos. Cada pesebre cuenta una historia que comienza con la primera figura y termina cuando las luces del árbol empiezan a brillar. “La Navidad es amor. Tengo ese espíritu navideño por mi papá y mi mamá. Recuerdo que nos íbamos a cortar el pinito en esos tiempos”, recuerda Claudia Marcela, con nostalgia en sus palabras. Esas memorias, de hace años, se han convertido en el alma de su trabajo, en la fuerza que impulsa cada figura que moldean con sus manos.

"Como el cliente lo quiera", aseguran Flor Marina Aristizábal y Claudia Marcela Cardona, destacando su capacidad de adaptar cada pesebre a los gustos y necesidades de quienes los adquieren.

 

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Precios de los pesebres

  • Casas pequeñas ($35 mil), medianas ($40 mil) y grandes ($45 mil).
  • Taller de San José pequeño ($35 mil), mediano ($40 mil) y grande ($45 mil).
  • Pueblo pesebre pequeño ($80 mil), mediano ($95 mil) y grande ($120 mil).

Para conocer todos los precios, los interesados pueden contactarse al número de celular 322 605 42 40.

 

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