
Foto | Cortesía | LA PATRIA | PEREIRA
Dosquebradas volvió a inundarse en la mañana del martes (4 de marzo) en Valher y la Aurora baja. Los habitantes culpan a la obra inconclusa del Box culvert
Cada vez que los aguaceros caen sobre Dosquebradas, hay barrios y avenidas que se inundan. Todos lo saben, las autoridades, los vecinos y los medios de comunicación. Pero hay poco que puedan hacer.
Al menos así lo manifiestan los habitantes de la Aurora baja, que cuando el cielo empieza a oscurecerse y el viento trae el rumor de lluvia, le ruegan a su dios que la tormenta dure poco para evitar más pérdidas materiales y problemas de salud.
Erika Fernanda, dueña de un puesto de arepas y empanadas, tuvo que guardar su puesto de comidas rápidamente, porque el aguacero que cayó en la mañana de hoy martes (4 de marzo) amenazó con dañar su jornada laboral.
Inundación anunciada
A las 6:00 a.m. saca su puesto de venta y justo a esa hora empezó la tormenta. Ella esperaba que durara poco o que el viento fuerte de esa hora se llevara la lluvia a otra parte, pero no fue así. Mientras más llovía, más agua se acumulaba en la calle 11. Por eso decidió resguardarse en su casa hasta que llegara la calma.
Pero no sabía si era peor estar en la calle o en su casa. La violencia de la lluvia alimentó una corriente de agua que, en ese sector iba alimentada de sedimentación, aguas negras y basura, sobrepasando el separador informal que construyeron los vecinos del sector en la puerta de las casas con cemento.
La tormenta duró más de una hora. Y entre el impacto de los truenos, los chispazos de los bombillos que recibían las sobrecargas eléctricas y la presión del agua, esperaron que pasara el vendaval para volver a salir a vender todo lo que habían preparado.
Erika trabaja en la esquina de la carrera 21 con calle 11 junto a su esposo. Cuando salieron de nuevo con la venta de sus productos, el paisaje era conocido. Pantano, basuras y muchos charcos.
“Es la cuarta vez que sucede esto en 15 días”, aseguró su esposo, mientras atendía a compradores que buscaban el desayuno.
“Espéreme le caliento la empanada en el fogón de las arepas. Como no tenemos luz por la tormenta, las empanadas están frías”, continuó en su charla con el comprador.
El Box Culvert empeoró las inundaciones
Sobre la calle 11a el problema fue mayor. La inclinación que hay en ese sector, en los últimos metros antes de llegar a la carrera 21, convierten la vía en una piscina que acumula grandes cantidades de agua.
Los vecinos de esa zona ya no saben si tomar fotos y vídeos de la calle o de sus casas, abarrotadas de agua, porque nadie les da respuesta, sobre la devaluación de sus propiedades.
Julia Rosa Valencia, es una de las fundadoras del barrio. Lleva viviendo en el barrio casi medio siglo, y aunque sabía que era común que se acumulara agua en la calle, nunca como está sucediendo ahora. Para ella todo sucedió desde el inicio de la obra del Box Culvert.
“Cada que llueve, las aguas residuales de la alcantarilla, de la quebrada y del barrio El Japón y La Sultana caen todas a este sector. Ya el agua está subiendo más de un metro de altura. No importa cuánta agua caiga, va a subir porque no tiene para dónde salir”, explicó.
En los primeros pisos de esa cuadra, cuando las precipitaciones son fuertes y largas, han registrado como el agua residual busca por donde salir, y ante la reducción del alcantarillado, sale a borbotones por los sifones e inodoros de las viviendas.
“Las casas se están reventando por debajo. El agua busca por dónde salir y termina levantando baldosas, devolviéndose por los baños y afectando las paredes”, añadió.
Valencia cuenta que no son solo las afectaciones materiales. Los electrodomésticos, los colchones y la ropa se dañan, porque al ser aguas sucias, todo queda maltrecho. También están los problemas de salud que se pueden generar y las afectaciones psicológicas.
“Uno ve una nube y ya nos ponemos en alerta. Ya sabemos que si llueve nos vamos a inundar, que los niños no van a poder ir a la escuela, que la gente no va a poder salir a trabajar”.
La habitante insiste en que el problema se agrava por las consecuencias en la salud de los vecinos. En su mayoría los habitantes del sector son adultos mayores, algunos con enfermedades de alto riesgo como cáncer.
“Hay personas con problemas respiratorios, con enfermedades crónicas. El agua que se mete no es de lluvia, es de alcantarillado, con todas sus consecuencias: infecciones, alergias, plagas de mosquitos, ratas…”, enumeró la habitante.
Empezar de nuevo pero sin Sammy
Luz Mila Durán y Luis Gustavo Castañeda no aguantaron más las inundaciones de la vivienda que arrendaron en la cuadra. Duraron poco más de seis meses en su nuevo nido, compartiendo con su mascota, un perro llamado Sammy.
Pero las lluvias desde noviembre de 2024 les fueron restando la paciencia y el núcleo familiar. La temporada seca de diciembre y enero, mermó la necesidad de cambiar de aires, pero febrero arrasó con enseres y con la vida de Sammy.
Luz Mila muestra cómo la humedad se apodera de las paredes de la casa, a tal punto, que el guardaescobas de la sala se cayó de un tirón.
Pero lo que más le duele, no es que hayan perdido los zapatos, o que los colchones estén echados a perder, si no la vida de su mascota que se perdió en una inundación.
El perro estaba sobre una cama cuando el agua empezó a apoderarse del suelo, pero en un momento que nadie previó, el animal saltó al agua y quedó atrapado debajo de la cama. Allí lo encontraron sin vida.
Ya tenían todo para irse a la nueva casa, en otro sector de Dosquebradas, pero todavía faltaba sacar un colchón y los electrodomésticos pesados que Luis Gustavo no puede cargar solo. Pero la mala fortuna volvió a llegar en forma de lluvia hasta su casa en la mañana de hoy.
A pesar de todo, ambos seguían limpiando y sacando los restos de agua, esperando que alguien les ayudara a terminar de pasar los enseres que quedaron en buen estado.
¿Y las ayudas?
José Fernando Ospina Mejía, residente de la calle 11A con carrera 20, describe con angustia la situación.
“Nosotros ya no podemos dormir tranquilos cuando empieza a llover. Apenas vemos una nube oscura, sabemos que nos vamos a inundar. La calle se convierte en un río y el agua empieza a subir dentro de las casas. Esto no es vivir”.
El problema también ha impactado la economía de los residentes. Ospina Mejía, quien tiene un negocio en la esquina de la carrera 20 con calle 11, cuenta que ha perdido en dos ocasiones las neveras de su local.
“Cada vez que hay una inundación, se me dañan los motores de las neveras. He tenido que pagar para repararlas y seguir trabajando, mientras que los impuestos siguen llegando sin ninguna consideración. Nos exigen pagos de industria y comercio, pero nadie ve el impacto económico de estas inundaciones en nuestros negocios”.
Una burocracia que se tira la pelota
Pese a la gravedad de la situación, los afectados no han encontrado respuestas claras por parte de las autoridades.
“Nos hemos reunido con el Concejo, con la constructora del Box Culvert, pero lo único que hacen es echarse la culpa unos a otros. La constructora le echa la culpa a Serviciudad, Serviciudad a la Alcaldía y así se la pasan, sin soluciones”, denunció una residente.
El problema principal radica en la falta de recursos para completar la obra. “Nos dicen que se necesitan $7.000 millones para terminar el Box Culvert y garantizar el descole de las aguas. Pero la plata no aparece. No nos han dicho si ya tienen los permisos, si van a gestionar los recursos, nada”.
La incertidumbre crece con cada tormenta, porque los habitantes saben que cuando vuelva a llover, tendrán que volver a sacar agua de sus casas y ver cómo todo se deteriora, porque a pesar de que han tomado medidas para evitar que el agua ingrese a sus casas, esta supera las barreras e inunda todo.
Esperar a que el agua les llegue al cuello
Para contener el agua, los vecinos han intentado levantar muros en los andenes y reforzar sus viviendas, pero el esfuerzo resulta insuficiente.
“Lo único que nos queda es esperar a que el agua entre, arrase con todo, sacar lo que se perdió, secar y volver a empezar”. Los daños materiales son cuantiosos y recurrentes: muebles destruidos, electrodomésticos inservibles, ropa perdida, documentos irrecuperables.
Lo más indignante, según los residentes, es la falta de atención de las instituciones. “Ni bomberos, ni Diger han venido a preguntar a las familias cómo están, qué se les dañó, qué necesitan. Nada”, enfatiza la afectada.
Cuando las inundaciones cesan y el agua baja, la situación es minimizada por las autoridades. “Pasan y como ya no ven agua, dicen que aquí no pasó nada, pero el agua sigue dentro de las casas”.
Los bomberos, cuando acuden, solo se limitan a barrer y lavar la calle. Pero los problemas de fondo siguen sin resolverse.
De hecho, después de la lluvia, algunos vecinos se saludaron en la calle a contar cómo habían sobrellevado otra inundación, en algunos momentos se dijeron a forma de broma que en la próxima ocasión tendrían que salir en chalupa porque el agua les llegará al cuello.
Alcalde de Dosquebradas le echa la culpa a las basuras
A pesar de que los habitantes de los sectores donde se inunda Dosquebradas esperaban ayudas para recuperar los enseres pérdidos y soluciones prontas para que las casas no se siguieran deteriorando cuando vuelva a llover, el alcalde culpó a los habitantes del municipio por el mal manejo de las basuras.
“El panorama es preocupante. La falta de compromiso y la irresponsabilidad de algunas personas están colapsando los sumideros, impidiendo el flujo del agua y provocando inundaciones en Dosquebradas”, afirmó el alcalde Roberto Jiménez.
Además, el mandatario anunció la implementación de sanciones para los establecimientos que no realicen una disposición adecuada de los residuos sólidos, con el fin de prevenir emergencias y proteger el entorno.
Como respuesta inmediata, la alcaldía anunció que se iniciará un proceso de dragado para remover la sedimentación acumulada en los afluentes.
Además, en la quebrada La Víbora se adelantarán estudios y diseños necesarios para gestionar un permiso de ocupación de cauce, con el fin de dar inicio a una obra de mitigación del riesgo.
Por su parte, Luz Adriana Mejía, directora de Gestión del Riesgo en Dosquebradas, explicó que “dentro de las evaluaciones realizadas, se definieron medidas correctivas como la limpieza permanente de sumideros y análisis técnicos para abordar los puntos críticos”.
Estas acciones buscan no solo atender la emergencia actual, sino también reducir la vulnerabilidad de la ciudad ante futuras temporadas de lluvias.
Una comunidad que no pierde la esperanza
A pesar de las dificultades, los vecinos siguen en pie, organizándose y exigiendo soluciones. Han documentado los daños, han solicitado reuniones con las entidades responsables y continúan insistiendo en la urgencia de una solución definitiva.
“No estamos pidiendo lujos, solo que nos solucionen esto. Que nos den una respuesta, que nos digan cuándo van a terminar la obra y qué medidas van a tomar para que esto no pase más”, concluyó una de las residentes, con la esperanza de que sus voces sean finalmente escuchadas.
Inundaciones
Desde finales de febrero se han reportado varias inundaciones en Dosquebradas. La mayoría han sucedido en lugares que históricamente sufren ese problema. El sector de Mercamás, La Pradera, Valher y La Aurora.
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