Novena al Niño Dios: día 9 (24 de diciembre del 2024)

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LA PATRIA | Manizales

Esta es la novena tradicional que por años se ha rezado en los hogares colombianos al Niño Dios. LA PATRIA la publica para que la recen en orden y con todos los gozos.

 

Para iniciar, cante un villancico que todos se sepan.

 

1. Oración a Dios Padre para todos los días

Benignísimo Dios de infinita caridad, que tanto amasteis a los hombres, que les disteis en vuestro hijo la mejor prenda de vuestro amor, para que hecho hombre en las entrañas de una Virgen naciese en un pesebre para nuestra salud y remedio; yo, en nombre de todos los mortales, os doy infinitas gracias por tan soberano beneficio. 

En retorno de Él os ofrezco la pobreza, humildad y demás virtudes de vuestro Hijo humanado, suplicándoos por sus divinos méritos, por las incomodidades en que nació y por las tiernas lágrimas que derramó en su pesebre, que dispongáis nuestros corazones con humildad profunda, con amor encendido, con total desprecio de todo lo terreno, para que Jesús recién nacido tenga en ellos su cuna y more eternamente. Amén.

  • Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
  • Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

Repita el Gloria dos veces más.

 

2. Consideración para el noveno día

La noche ha cerrado del todo en las campiñas de Belén. Desechados por los hombres, y viéndose sin abrigo, María y José han salido de la inhospitalaria población y se han refugiado en una gruta que se encontraba al pie de la colina. Seguía a la reina de los ángeles el jumento que le había servido de humilde cabalgadura durante el viaje, y en aquella cueva hallaron un manso buey, dejado allí probablemente por alguno de los caminantes que habían ido a buscar hospedaje en la cuidad.

El Divino Niño, desconocido por sus criaturas racionales, va a tener que acudir a los irracionales para que calienten con su tibio aliento la atmósfera helada de esa noche de invierno, y le manifiesten con esto y con su humilde actitud el respeto y la adoración que le había negado Belén. La rojiza linterna que José tiene en la mano ilumina tenuemente ese pobrísimo recinto, ese pesebre lleno de paja que es figura profética de las maravillas del altar, y de la íntima y prodigiosa unión eucarística que Jesús ha de contraer con los hombres. María está en oración en medio de la gruta, y así van pasando silenciosamente las horas de esa noche llena de misterio.

Pero ha llegado la medianoche, y de repente vemos dentro de ese pesebre, poco antes vacío, al divino Niño esperado, vaticinado, deseado durante cuatro mil años con inefable anhelo. A sus pies se postra su Santísima Madre, en los transportes de una adoración de la cual nada puede dar idea. José también se acerca y le rinde el homenaje con que inaugura su misterioso e imponderable oficio de padre adoptivo del Redentor de los hombres. La multitud de ángeles que desciende de los cielos a contemplar esa maravilla sin par, dejan estallar su alegría y hacen vibrar en los aires las armonías de ese Gloria in Excelsis que es el eco de la adoración que se produce en torno del Altísimo, hecha perceptible por un instante a los oídos de la pobre Tierra. Convocados por ellos, vienen en tropel los pastores de la comarca a adorar al recién nacido y presentarle sus humildes ofrendas. Ya brilla en oriente la misteriosa estrella de Jacob, y ya se pone en marcha hacia Belén la caravana espléndida de los Reyes Magos, que dentro de pocos días vendrán a depositar a los pies del Divino Niño el oro, el incienso, y la mirra, que son símbolos de la caridad, la adoración y la mortificación.

¡Oh adorado Niño! Nosotros también, los que hemos hecho esta novena para prepararnos al día de vuestra Navidad, queremos ofreceros nuestra pobre adoración. ¡No la rechacéis! ¡Ven a nuestras almas, venid a nuestros corazones llenos de amor! Encended en ellos la devoción a vuestra santa infancia, no intermitente y sólo circunscrita al tiempo de vuestra Navidad, sino siempre y en todos los tiempos; devoción que fielmente practicada y celosamente propagada, nos conduzca a la vida eterna, librándonos del pecado y sembrando nosotros todas las virtudes cristianas.

 

3. Oración a la Santísima Virgen

Soberana María, que por vuestras grandes virtudes y especialmente por vuestra humildad merecisteis que todo un Dios os escogiese por madre suya, os suplico que vos misma preparéis y dispongáis mi alma y la de todos los que en este tiempo hiciesen esta novena para el nacimiento espiritual de vuestro adorado hijo. 

¡Oh, dulcísima Madre!, comunicadme algo del profundo recogimiento y divina ternura con que lo aguardasteis vos, para que nos hagáis menos indignos de verle, amarle y adorarle por toda la eternidad. Amén.

  • Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
  • Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

Se reza dos veces más el Avemaría.

 

4. Oración a San José

¡Oh, Santísimo José, esposo de María y padre putativo de Jesús!, infinitas gracias doy a Dios porque os escogió para tan soberanos ministerios y os adornó con todos los dones proporcionados a tan excelente grandeza. Os ruego, por el amor que tuvisteis al Divino Niño, me abracéis en fervorosos deseos de verle y recibirle sacramentalmente, mientras en su divina esencia le veo y le gozo en el cielo. Amén.

  • Padre Nuestro que estás en el cielo, Santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
  • Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén.

  • Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor es contigo, bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
  • Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros los pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

  • Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.
  • Como era en el principio, ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.

 

5. Aspiraciones (gozos) para la llegada del Niño Dios

Dulce Jesús mío, 
mi Niño adorado,
ven a nuestras almas,
ven no tardes tanto.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Oh, sapiencia suma
del Dios soberano,
que infantil alcance
te rebajas sacro!

Oh, Divino Niño,
ven, para enseñarnos,
la prudencia que hace
verdaderos sabios.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Oh, Adonai potente,
que, a Moisés hablando,
de Israel al pueblo,
disteis los mandatos.

¡Ah!, ven prontamente
para rescatarnos
y que un niño débil
muestre fuerte brazo.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Oh, raíz sagrada
de Jesé, que en lo alto
presentas al orbe
tu fragante nardo.

Dulcísimo Niño
que has sido llamado
Lirio de los valles,
bella flor del campo.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Llave de David
que abre al desterrado
las cerradas puertas 
del regio palacio.

Sácanos, oh Niño,
con tu blanca mano,
de la cárcel triste
que labró el pecado.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Oh, lumbre de Oriente,
Sol de eternos rayos,
que entre las tinieblas,
tu esplendor veamos.

Niño tan precioso,
dicha del cristiano,
luzca la sonrisa
de tus dulces labios.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Espejo sin mancha
Santo de los santos,
sin igual imagen
del Dios soberano.

Borra nuestras culpas,
salva al desterrado
y, en forma de Niño,
da al mísero, amparo.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Rey de las naciones
Emanuel preclaro,
de Israel anhelo,
pastor del rebaño.

Niño que apacientas
con suave cayado
ya la oveja arisca,
ya el cordero manso.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Ábranse los cielos
y llueva de lo alto
bienhechor rocío
como riego santo.

Ven, hermoso Niño,
ven, Dios humanado!
Luce, hermosa estrella, 
brota, flor del campo.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Ven, que ya María
previene sus brazos
do su Niño vean,
en tiempo cercano.

Ven, que ya José 
con anhelo sacro 
se dispone a hacerse
de tu amor, sagrario.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Del débil, auxilio;
del doliente, amparo;
consuelo del triste,
luz del desterrado.

Vida de mi vida,
mi dueño adorado,
mi constante amigo,
mi Divino Hermano.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Véante mis ojos
de Ti enamorados,
bese ya tus plantas,
bese ya tus manos.

Prosternado en tierra
te tiendo los brazos,
y aun más que frases
te dice mi llanto.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

Ven, Salvador nuestro,
por quien suspiramos,
ven a nuestras almas,
ven no tardes tanto.

¡Ven a nuestras almas,
ven, no tardes tanto!

 

6. Oración al Niño Jesús

Acordaos, ¡oh, dulcísimo Niño Jesús!, que dijisteis a la venerable Margarita del Santísimo Sacramento, y en persona suya a todos vuestros devotos, estas palabras tan consoladoras para nuestra pobre humanidad agobiada y doliente: "Todo lo que quieras pedir, pídelo por los méritos de mi infancia y nada te será negado". 

Llenos de confianza en vos, ¡oh, Jesús!, que sois la misma verdad, venimos a exponeros toda nuestra miseria. Ayudadnos a llevar una vida santa para conseguir una eternidad bienaventurada. 

Concedednos por los méritos infinitos de vuestra encarnación y de vuestra infancia la gracia de la cual necesitamos tanto. 

Nos entregamos a vos, ¡oh, Niño omnipotente!, seguros de que no quedará frustrada nuestra esperanza, y de que en virtud de vuestra divina promesa acogeréis y despacharéis favorablemente nuestras súplicas. Amén.

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