La vida me ha favorecido con encuentros de asombro, en ese ir y venir por lugares, en ocasiones inesperados. Resultado de ellos han sido los Reportajes que he registrado en la Revista Aleph, desde 1966. Nombres de personalidades de la ciencia, las letras, las artes,… se suceden con sus propias singularidades.

Ahora quiero recordar mi encuentro con un insigne poeta mexicano, no de tanto renombre como Octavio Paz, pero de calidad y hondura, de los mejores en las letras hispanoamericanas. Se trata de Alí Chumacero (1918-2010), quien me recibió en su despacho de director editorial del Fondo de Cultura Económica, en Ciudad de México, el 24 de agosto de 1988.

Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua, con reconocimientos, premios y homenajes que exaltaron su vida y su obra.

De origen humilde, nacido en pequeña población de Nayarit, fue pronto a la Ciudad de México donde adelantó estudios, pero por su actitud un tanto díscola no obtuvo ingreso formal en la facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, pero fue admitido como oyente libre, donde atendió lecciones, por ejemplo, del sabio humanista del transtierro (republicano español del exilio), José Gaos, cuyas lecciones asimiló de manera especial.

De él aprendió que los jóvenes deben internarse en la obra literaria que lean y opinar sobre ella, sin necesidad de acudir a juicios de otros. De esta manera desarrolló los artículos y ensayos de crítica literaria, con la convicción de motivar por la lectura. Pero su tarea sustantiva, que mejor lo representa, fue la poesía.

En la conversación se observó preocupado por el uso y el abuso del lenguaje coloquial en la escritura de nuevas generaciones, configurando la llamada “literatura de la onda”, con asomos en la vulgaridad. Siente el riesgo de convertirse la literatura latinoamericana en dialectos.

La literatura debe ser ante todo el andamio del lenguaje, con apego a las normas generales para preservar el idioma por encima de los localismos.

Recomienda los talleres literarios en las universidades para entrenar a los estudiantes en el buen uso del idioma, con empleo de agilidad y dignidad de lo que escriban, independiente de la profesión, sin aspirar a formar escritores.

Considera la poesía como una fuerza vital expresada en palabras que incorporan sentimientos, emociones, la percepción de la realidad, incluso la ideología en el sentido antiguo.

La confrontación entre la realidad circundante y la conciencia de la persona en su choque produce la poesía, el arte, en especie de inmovilidad del tiempo, sin necesidad de acudir siempre a las expresiones de belleza o bonito.

Expone el ejemplo del monumento en piedra de la diosa Coatlicue, obra maestra del mundo prehispánico, cuyo significado es superior al gusto de un pueblo.

Su poesía es ajena a las metáforas florecidas o cromáticas, fantasiosa, difícil, con derivaciones asociativas, fiel en la estructura, de relectura necesaria para percibir su gracia, lo simbólico y las relaciones con el mundo de la intimidad y de los entornos espaciales.

El total de su obra creativa fue reunido en un volumen, “Poesía completa”, con variadas ediciones desde 1980. “Los momentos críticos” es la antología selecta de artículos y ensayos de examen de obras literarias.

Nota: puede accederse a los Reportajes por medio del siguiente enlace: https://www.revistaaleph.com.co/edicion/