Desencanto total, indignación, cara de cementerio. El despojo al Once Caldas más descarado de la historia. Lo había escrito, dicho y advertido: "Qué miedo los árbitros".
En evidencia la cara sucia del fútbol colombiano, que predica juego limpio y lo empaña con las trampas. Es el colofón de una cascada de escándalos que, con descaro, ya no oculta sus favorecimientos.
El fútbol que marcha entre las deserciones de los aficionados, las apuestas, las trifulcas de los jugadores, la violencia no reprimida y los despojos arbitrales. funciona de milagro.
A Hinestroza, el "juez" que omitió el penalti de la discordia, lo delataron las cámaras dos y seis, de las 13 que tiene la transmisión, con evidencias claras e irrefutables.
El VAR con Jhon Perdomo, omitió el análisis de la acción, para entrar en el fango de su inconsciencia en conpinchería con el árbitro. Lo que llaman error de procedimiento.
Reconocida es la malicia de Perdomo. En el clásico capitalino obvió la expulsión de Falcao, con claros beneficios para Millonarios.
Por ello la iracunda reacción del entrenador Herrera y sus jugadores y la furia de los aficionados. Los términos elegidos por "El Arriero", no son justificables. Hay que hacerse sentir, pero sin groserías.
El Once, en el partido, dio papaya. Se explica en las opciones de gol malogradas, suficientes para dominarlo.
El excesivo refugio defensivo del primer tiempo, cediendo opciones y oportunidades, es táctica elegida por muchos entrenadores, pero en virtud al fútbol discreto del Tolima, ameritaba atacarlo con equilibrio en las líneas y con posesión de balón. Lo perdía muy rápido.
En medio del desencanto, hay gratitud con el equipo por la labor cumplida. Se le aplaude el esfuerzo colectivo, la firmeza adquirida a lo largo del torneo, la garra para disimular sus carencias, su espíritu combativo para jugar sin complejos y los puntos conseguidos que transformaron en felicidad el sufrimiento.
Impecable fue su despliegue físico en medio de las contingencias por la insuficiencia de la nómina. Remando contra la corriente de los pronósticos negativos y el menosprecio de la prensa prepotente y sesgada que desconoció sus calidades.
Nunca se rindió, plantó cara a los grandes, con ellos jugó de igual a igual, minuto a minuto, sin concesiones.
Estableció una relación directa y pasional con los aficionados, quienes desbordados en el apoyo, siguieron su paso a paso y lo respaldaron en el estadio.
De vuelta al mundo de los escándalos, ante el flagrante atropello al Once Caldas, el régimen reaccionará, como de costumbre con su silencio, o borrando temporalmente a los árbitros, bajo el lema "Este muerto no lo cargo yo… que lo cargue el que lo mato”. o "el muerto al hoyo y el vivo al baile".
El fútbol, en el que cobra vigencia "Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor... lo mismo un burro que un gran profesor".
¿Te acuerdas?