Recientemente se realizó en Expoferias un llamativo evento gastronómico denominado “Sabores de Caldas” que me causó gratas impresiones y emociones.  El ingreso era gratuito y los expositores no tuvieron que pagar suma alguna a los organizadores para poder acceder a los espacios destinados para sus ofertas gastronómicas. Esto demuestra, que no siempre hay que cobrar para que una actividad sea atractiva y de calidad.
Me alegró haberme encontrado con Rosahelena Macía, sin duda la más importante cocinera, investigadora y profesora de gastronomía de nuestro territorio. Discretamente observamos el evento, manteniendo siempre presente su mensaje: “somos lo que comemos, comemos lo que somos”.  ¿Y qué comemos? El legado de los indígenas: maíz en todas sus formas, tamales, empanadas, envueltos y arepas. Café en postres, tortas y aromáticas. Dulces por doquier: piononos, helados, obleas, mermeladas y chocolates en todas las variedades.
Por eso nuestro departamento no es apto para diabéticos, no podemos vivir sin postres. ¿Y qué somos? A juzgar por lo que se prepara, diremos que diversos. El tamal samaneño, fiel a una región de origen tolimense, es rectangular con huevo y arroz.  Por su parte, las frutas de la región se entremezclan con la gastronomía pastusa o nariñense en la elaboración de los famosos “helados de paila” únicos en el mundo y que se venden cerca al Parque de la Mujer (o de los enamorados como le decían antes).
Generosos: nos fascina la abundancia, el plato grande y con morro. Y la abundancia de platos auxiliares en la mesa ha venido perdiendo mucho espacio: ya todo es mezclado, en un mismo recipiente, ancho y hondo para comer sólo con cuchara y con la mano. El “pegao” aguarda por sus simpatizantes, quienes pueden agregar hogao o cualquier cosa para evitar el desperdicio, pues fieles a la tradición católica “botar comida es pecado”. Pero eso sí, “el que repite lava la olla”; por eso la etiqueta en la mesa viene atravesando unos de sus peores momentos.
Los “casaos”, como el desaparecido pandequeso con gelatina blanca o el queso con veleño, los rebautizaron como “maridajes” para hacerlos más puppy´s. Pudimos ver que en Caldas cada municipio tiene su forma de hacer chorizos artesanales, comenzando por Villamaría. Los fiambres han resucitado y han venido compitiendo fuertemente con los tamales, entre otras razones por que son más grandes, siempre llevan arroz, revueltico y el infaltable chorizo.
Bueno y no ha de faltar el “traguito” (como le decimos de cariño al licor): vino de frutas de Anserma, aperitivo de café de Manzanares, guarapo de Sipirra y calentillo de Riosucio, la tierra de las nalguitas de ángel y los chiquichoques. Para futuros eventos, es fundamental incorporar una sólida base de ciencia empírica y académica que fortalezcan en defensa de nuestra historia y cultura regional lo que nos es propio, de manera tal que se eviten filtraciones ajenas o foráneas a nuestra identidad, pues no han de faltar los herejes gastronómicos pretendiendo llenar de perros y hamburguesas estos espacios. Felicitaciones a Fenalco y a los demás organizadores.