Así como no todo bocadillo es veleño, no todo sombrero de iraca es aguadeño. Los pasados 23 y 24 de noviembre, en una salida de campo académica al municipio de Aguadas, realizamos un recorrido y diálogo con tejedoras, promotores culturales y talleristas en torno al Sombrero Aguadeño. Al principio, todo parecía encantador en relación con el preciado producto artesanal. Sin embargo, finalmente se presentó una denuncia colectiva debido a las adversidades ocurridas en cada una de las etapas de producción del sombrero.
Desde el año 2012, Artesanías de Colombia S.A. y la Superintendencia de Industria y Comercio otorgaron una denominación de orígen al Sombrero Aguadeño; situación que ha sido penosamente aprovechada de manera subrepticia por muchos comercializadores sin escrúpulos para hacer pasar por legítimo lo que no es. Las aproximadamente 600 tejedoras de Aguadas no están en capacidad de atender toda la demanda del mercado nacional de Sombrero Aguadeño, el cual se comercializa en numerosas tiendas y páginas de internet. Entonces, ¿de dónde provienen los demás sombreros? De varios municipios de Nariño, que también  cuentan con excelentes tejedoras, como Sandoná, La Cruz y La Florida.
Las tejedoras y artesanos aguadeños reconocen la calidad del sombrero pastuso, pero les incomoda y no es para menos que les pongan la denominación de “Sombrero Aguadeño”.  ¿Por qué no pensar en un sombrero pastuso, de la misma manera como existe el vueltiao, wayuu o de suaza? El comercio del Sombrero Aguadeño no es justo, las tejedoras son las que menos ganan, en promedio cuarenta mil pesos por un sombrero corriente con uno o dos crecidos (numero de vueltas que determinan su calidad). No existe una protección legal en el proceso de comercialización asunto que afecta los derechos de los consumidores, a quienes les están metiendo gato por liebre.
Me explicaba un artesano que lo que hacen algunos intermediarios es comprar sombreros en rama (sin terminar) con campana pastusa, los moldean y les ponen el sello aguadeño en el tafilete de “legítimo aguadeño”. Me llamó poderosamente la atención su afirmación, según la cual los sombreros aguadeños que se comercializan en la pretigiosa cadena de almacenes Mario Hernández y que oscilan entre los 450 mil y los 750 mil pesos, no correspondan a una representación artesanal de las tejedoras de Aguadas. Lo correcto era trasladarles dicha inquietud; el 28 de noviembre se les envió una respetuosa solicitud, especialmente dirigida a saber si se podía garantizar que sus sombreros eran tejidos por mujeres aguadeñas o de otras regiones del país. Para le fecha de publicación de esta columna aún no se ha obtenido respuesta. Comprar un Sombrero Aguadeño es un acto de fe; muy pocas personas saben identificar su carácter de originalidad. Si desea adquirir uno para Niño Dios o para la Feria, le recomiendo que llame o visite directamente a algunos de los talleres en Aguadas. Asegúrese de preguntar por el nombre de la persona que lo tejió, ya que deben proporcionárselo y si desea contactarla, no dude en hacerlo.