De todos los “slogans” con los cuales se ha promovido la ciudad el que más proyección ha tenido es el de “Manizales la Ciudad de las Puertas Abiertas”, un mensaje que da fe de la cordialidad que nos caracteriza. Pero cuando se trata de expresarlo, en este como en muchos otros casos mediante el uso de las artes plásticas, se cae, puerilmente, en la literalidad. El parapeto instalado a la entrada de la ciudad por la Estación Uribe es de una ingenuidad pasmosa, una estructura metálica sosteniendo un par de puertas que, nada tiene que ver con una sociedad que se precia de educada y culta. Cuando fuimos la Ciudad del Afecto el logo que nos identificaba era un corazón con una banda adhesiva atravesando sus ventrículos. No quiero imaginarme si en Buga “La Ciudad Señora” o en Pereira “Trasnochadora, Querendona y Morena” decidieran emular la tan audaz iniciativa.

En el artículo publicado en El Periódico de Casa el día 03,03,24, traté de mostrar cómo la literalidad, más aún, cuando está cimentada en la nostalgia, usando de ejemplo el telón de boca del Teatro de Los Fundadores, el que “idealiza” la colonización antioqueña, representa un retroceso para la cultura. El arte en general y el público con mayor razón, exige jalonar al futuro, estar a la par de los avances tecnológicos y científicos, en el que las expresiones artísticas tienen la responsabilidad de ser vanguardia, abrir horizontes y no rezagadas u estáticas como insistimos tercamente.

Manizales cuenta con obras de arte público de reconocido valor artístico, bien estén en recintos cerrados como los murales y la bailarina del Teatro de los Fundadores, los vitrales italianos y el baldaquino de la Catedral Basílica, al igual que los mausoleos de San Esteban, el Alipio Jaramillo y la pinacoteca de la Universidad de Caldas, o en el espacio urbano como los murales y esculturas del maestro Guillermo Botero, la fuente barroca del parque de Los Fundadores, el Bolívar de Tenerani, el mural del edificio Esponsión. Estas y muchas más son las obras que se han erigido para la ornamentación de la ciudad, desconocerlas, se debe a la falta de una cultura ciudadana que, nos enseñe a ver y, a la decidía de la Administración Municipal a la que pareciera poco importarle.

En éste punto del discurso es necesario recabar que pareciera vamos en sentido contrario de la realidad, basta ver el menosprecio por el telón expresionista del Teatro de Los Fundadores, “La Familia”, de Luciano Jaramillo, que la administración del Teatro se rehúsa a hospedar en sus instalaciones y, en su defecto, pende de uno de los muros del foyer un “bodrio” de pésima calidad o, “escenas cafeteras” de Guillermo Botero en el Fondo Cultural, atiborrado de festones y bombas de inflar sobrepuestas al mural, para el “Happy Birthday” de un funcionario público.

Dejar al arbitrio de curas, militares, funcionarios públicos, el manejo del patrimonio artístico de la ciudad es en parte la causa de los vejámenes de los cuales ha sido objeto. Necesitamos URGENTEMENTE una veeduría experta que, con el concurso de la Junta de Patrimonio, asuma la tarea de preservar el legado estético y direccione el presente y el futuro.