Esta debería ser la premisa para todo lo que nos proponemos hacer en la vida. Cuando hacemos las cosas con pasión nos brilla el ojo, marcamos la diferencia y proyectamos una energía que es completamente contagiosa; con una ventaja adicional, generamos y convocamos esfuerzos que en condiciones normales serían impensables.

La pasión lleva de la mano la buena actitud, obviamente me refiero a la buena actitud genuina, a la que se origina en una maravillosa energía natural, que se traduce en las ganas de querernos tragar el mundo todos los días; por ningún motivo a la fingida u obligada que exhiben muchas personas acosadas por el qué dirán. Me refiero más bien a esa que conecta fácilmente con los demás y que proyecta una enorme voluntad para hacer las cosas y disfrutarlas.

Obviamente debemos tener muy presente que sólo nos genera pasión lo que realmente nos gusta, lo que amamos; por lo tanto, es impensable que hagamos con pasión lo que nos disgusta o nos molesta. De ahí lo importante que es perseguir lo que realmente amamos; esta debe ser una decisión de vida. Bien lo ha afirmado Jeff Bezos: “Uno de los mayores errores que se cometen, es provocar un entusiasmo forzado. Uno no elige sus pasiones; las pasiones lo eligen a uno”. Es así como uno de los principales elementos que tiene que incluir ese propósito superior que debe regir la vida de cada uno, indiscutiblemente debe ser la pasión. Y en el mundo empresarial, desde el inicio, podemos afirmar que emprendimiento que no esté acompañado de una buena dosis de pasión, no tiene futuro. Esta pasión debe estar acentuada en los líderes, los cuales tienen la responsabilidad de irradiarla en todo el equipo.

Ni qué decir del deporte, donde sólo marcan la diferencia quienes lo hacen con verdadera pasión y disciplina. Innumerables ejemplos de maravillosos talentos que por falta de ganas y no dar el kilómetro extra, se han quedado en el camino en las diferentes disciplinas deportivas. Incluso en las actividades comunitarias, cuando con nuestro trabajo ayudamos a los demás participando en causas sociales, esa energía, esa pasión, nos permite, literalmente, construir catedrales.

En mi caso particular, la pasión es una de las principales características que definen todo lo que hago. Por ello tengo la premisa de darlo todo en cada labor que ejecuto, en cada proyecto que emprendo, eso sí, siempre haciendo lo que realmente me emociona. Por eso me identifico tanto con la famosa frase del maravilloso pintor Vincent Van Gogh: “Prefiero morir de pasión que de aburrimiento”. De hecho, con conocimiento de causa gracias a mi experiencia, les recomiendo tener como norma de conducta vivir regidos por las famosas tres P: Pasión, Persistencia y Paciencia. Si así lo hacemos, muy seguramente nuestros sueños pasarán a ser realidades.

Hagámoslo con verdadera pasión. Evitemos caer en letargos soportados por zonas de confort, apariencias, falta de criterio y supuestos compromisos que definitivamente no nos motivan.