Para muchos, vivir es un combate entre sobrevivir (como el nadador que nada para no hundirse) y supervivir (como aquel que viaja en confortable crucero). Tal vez este concepto se hace difícil cuando se visualiza como estados contrarios (que existen), olvidando que se puede dar también la continuidad, que sería una manera de hacer la existencia más grata.
El pequeñín Moisés del Éxodo sobrevive flotando en el inmenso río Nilo con el peligro de hundirse, pues la canastilla en la cual navega es débil y llega a supervivir; es decir, a vivir súper bien, mejor, cuando la hija del Faraón lo recoge y lo lleva a Palacio. El muy joven David logra sobrevivir luchando contra un león y contra el gigante luchador Filisteo que desea aplastarlo y es vencido en fuerte lid y después lo vemos como rey de Israel, opulento y reconocido corno grande y poderoso. Pasa de sobrevivir a supervivir.
Son gestas vividas y presentadas como ejemplos y posibilidades para el género humano, como pasos que todo humano puede dar y encontrar en la vida, como razón de tanto luchar y lograr progresar. El pequeño niño de Belén debe sobrevivir a las circunstancias adversas, como el nacimiento en un establo en cuna ajena, nacer en hogar pobre y en una pequeña población (“¿de Belén podrá salir algo bueno?”), salir en peligro de perder la vida huyendo a Egipto, crecer como recto varón, pero trabajador y en obediencia, ser caminante sencillo y popular, a veces perseguido hasta ser llevado a Pasión y muerte. Pero luego se le ve resucitado, radiante, lanzando hacia adelante el proyecto que tanto anunció, el Reino de Dios y viendo nacer la comunidad de fe y vida que inició hasta dar la vida.
Adviento con el pesebre y la oración, el canto y reflexión nos recuerda la realidad que nace para todo creyente: sobrevivir en las luchas contra el mal puede llevar a vivir recta y alegre existencia, dando el paso a una bella supervivencia ... Con Jesús nada es perdido, todo tiene proyecto de vida y salvación. Adviento: llega el paso a la luz y gozo.