Manizales es una ciudad con un amplio reconocimiento en la construcción de un proyecto en el cual la educación es el eje del desarrollo y la base de su identidad; una ciudad orgullosa de su oferta universitaria: instituciones públicas prestigiosas que extienden su huella por todo el país como la Universidad de Caldas y la Universidad Nacional -sede Manizales-; universidades privadas acreditadas en alta calidad con programas de excelencia como la Universidad Autónoma, la Universidad de Manizales, la Universidad Católica de Manizales y la Universidad Católica Luis Amigó; y varios programas de educación superior que tienen oferta académica en la ciudad como la Universidad Santo Tomás, la Universidad Javeriana y la Universidad del Magdalena, entre otras; aunado a esto, también se identifican destacados centros de desarrollo científico como BIOS o el CINDE.

Sin embargo, al momento de volver la mirada a la educación básica, el panorama es distinto, pues Manizales ya no se siente tan orgullosa. En los medios nacionales no hay informes sobre sus procesos de formación escolar, salvo los cubrimientos de algunos eventos específicos que realiza La Patria, atendiendo el llamado de las instituciones o el trabajo de visibilización de algunos columnistas –con una limitada capacidad de acción frente a aquello que refieren o denuncian-, el panorama actual de las escuelas y colegios pasa casi inadvertido, con un agravante, las familias de los estudiantes desconocen o ignoran los problemas que inciden en la calidad de la educación que están recibiendo sus hijos.

En el marco de las dinámicas de la sociedad actual de nuestra ciudad, resulta más fácil que una persona se entere del valor del dólar, o de la carga de café, que de los resultados, al menos en porcentajes, de las pruebas Saber 11; asimismo, poco importan los contenidos o las habilidades que los niños y niñas adquieren en la escuela, porque casi nunca un padre de familia se preocupa por la formación curricular o la experiencia que tienen los profesores que acompañan el proceso de sus hijos.

No es extraño que en este momento muchos de esos padres ignoren que la ciudad atraviesa una crisis por falta de estudiantes matriculados, un problema que va más allá de un cambio en la pirámide demográfica local, donde son cada vez menores los nacimientos y mayor el número de personas adultas.

A la sociedad no le interesa la cifra que documenta la cantidad de niños, niñas y jóvenes que no están asistiendo a la escuela, con todas las consecuencias que esto trae para las familias y para la comunidad en general.

En algún momento, esta inercia de inactividad frente la educación básica debe terminar, superando la retórica discursiva sobre el “puñado” de actores que intentan hacer algo, apoyando el trabajo decidido que realizan entidades como la Fundación Lúker, la Federación de Cafeteros, los departamentos de posgrados de educación de algunas universidades, la CHEC o el programa Manizales Cómo Vamos.

Es preciso que los líderes recuperen su sinergia, porque los pocos políticos que antes hablaban de manera constante de educación básica ¡no lo volvieron hacer!, aunque en campaña esta haya sido su bandera.

Al final, no son ellos, somos nosotros como sociedad quienes debemos preocuparnos por el bajo rendimiento escolar, las cifras de deserción, la falta de infraestructura, el complejo nivel de acceso a los recursos tecnológicos, entre otros problemas que aquejan a la educación básica y que requieren un intervención instada a partir de la unión de los medios de comunicación, los actores sociales, los gremios, los agentes políticos, las organizaciones comunitarias y populares, quienes, desde la movilización, deben promover el inicio de cambios reales y profundos en la educación básica de la ciudad.

Este puede ser un buen momento para transformar el panorama y así lograr que Manizales se sienta orgullosa de su educación básica; orgullosa al ser reconocida como un referente nacional, en términos de calidad educativa; orgullosa gracias a la cobertura tecnológica y a la dotación de sus instituciones; orgullosa de sus maestros, porque al fin se reconocen sus gigantescos aportes en la construcción social: orgullosa de ser un ejemplo como la ciudad con mayores indicadores de innovación y mejores resultados en educación básica.

Por eso, mientras en el país se enaltece la solidez de nuestro sistema universitario, a nosotros no se nos puede olvidar el abecé.